Categoría: Curiosidades
Pequeñas cuestiones interesantes, esas que están ahí pero que no solemos preguntarnos el «porqué» de las mismas.
Ciclistas primigenios…
Tres ciclistas suben con evidente esfuerzo una cuesta de pendiente pronunciada en los Pirineos, durante la octava etapa del Tour de Francia de 1925. Todos los aficionados al ciclismo se han quedado alucinados al comprobar que el ciclista que ocupa la cola de esa escapada va ¡fumando!. Sí, fumando. Esto que es una sonora anomalía en el deporte actual era una de las sorprendentes costumbres que ponían en práctica los ciclistas en los comienzos del ciclismo profesional.
Cigarros para abrir los pulmones
En los años 20 los ciclistas fumaban mientras iban en bici, especialmente antes de los puertos de montaña porque intentaban así abrir sus pulmones. Los ciclistas profesionales utilizaban los cigarros como se usa ahora el inhalador de salbutamol en la actualidad. Sus efectos eran más de placebo que reales, pero muchos profesionales sentían que sus pulmones tenían una mejora en su capacidad. En la actualidad es casi imposible encontrar un ciclistas que se fume ni siquiera un cigarro a la semana. Con el paso del tiempo esa práctica fue desapareciendo cuando los investigadores mostraron los efectos del tabaco sobre la salud.
Alcohol para ir más alegre
Hasta los años 60 era común que se bebiese alcohol en carrera para aumentar la resistencia de los ciclistas. Bebían diferentes tipos de alcohol, desde cerveza a vino o champagne, para mejorar la hidratación, y, en teoría, ir más alegre. Mientras que una cerveza no perjudica la hidratación, ahora sabemos que hay otras bebidas más efectivas para hidratarse. Pero cuando hablamos de ir más alegre, si un ciclista de hoy en día tuviera una etapa de 18 horas hoy, quien sabe si quizás el alcohol no ayudaría a ver la vida más divertida.
Comían cualquier cosa que encontraban en el camino
El Tour de Francia de principios de siglo, por ejemplo, no tenía avituallamientos específicos con equipo de auxiliares. Los ciclistas paraban a lo largo de ruta para recargar con asistencia externa, algo que les acarrearía una descalificación ahora. La comida que elegían para comer era muy distinta a la de ahora.
El ganador del Tour de 1904, Henri Cornet, consumió 11 litros de chocolate caliente, 4 litros de tea, champagne y 1,5 kilos de pudding de arroz cada día, según se relata en The Science of the Tour de France: Training Secrets of the World’s Best Cyclists. Esas cifras puede parecer de locura hoy, pero las etapas de 5 horas del Tour actual no tiene comparación con las 18 horas que pasaban encima del sillín los ciclistas a principios del Siglo XX.
Fuentes:
Delfín de río…
Los platanistoideos, conocidos vulgarmente como delfines de río (a diferencia de los delfínidos o delfines oceánicos), son una superfamilia de cetáceos odontocetos que tienen su hábitat en estuarios y cursos fluviales.
Todos los platanistoideos presentan largos y finos hocicos. Su vista es muy limitada (en algunas especies, inexistentes), por lo que el sentido de la ecolocalización les resulta indispensable a la hora de alimentarse y nadar. Su aleta dorsal es poco desarrollada. Tal vez una de las características más llamativas es, al igual que en la familia Monodontidae (belugas), la capacidad de mover el cuello, a diferencia de los delfines oceánicos, que poseen las vértebras cervicales fusionadas.
Helicóptero…
Ahogamiento real…
Cuando uno se está ahogando no siempre parece que se esté ahogando. El proceso es rápido, discreto y letal. De hecho, en muchos casos la víctima se ahoga rodeada de bañistas ajenos al drama que se desarrolla a su lado. Son los llamados ahogamientos silenciosos. “Se ha popularizado la idea de que la persona que se ahoga grita, agita los brazos y pide ayuda”, explica Roberto Jesús Barcala, Catedrático de Socorrismo en la Facultad de Ciencias del Deporte de Pontevedra. “Pero esto solo ocurre en el cine y la televisión”. Por eso, explica Barcala, hay que cambiar la forma en la que la sociedad percibe cómo se desarrolla un ahogamiento: “Hay que educar a las personas para que busquen otros indicios”.
Quienes sí están educados, saben detectarlo. En muchos casos, hasta que el socorrista pita y se lanza al rescate, ningún bañista percibe el peligro, como se ve en la siguiente grabación en una piscina de Estados Unidos:
En cuestión de segundos, una persona se puede ahogar sin que apenas nadie haya reparado en ello. Estas son las fases más habituales de un ahogamiento:
La respuesta instintiva de ahogamiento (IDR, por sus siglas en inglés) es lo que la gente hace para evitar la asfixia real o percibida en el agua. Se caracteriza por los siguientes comportamientos:
Fuente: https://elpais.com
Cucharilla del champagne…
El truco probablemente ya lo conocéis : si os queda cava, champán o cualquier otro tipo de bebida espumosa o carbonatada una manera rápida y sencilla de evitar que pierda el gas consiste en colocar una cucharilla de postre invertida en el cuello de la botella. Pero, ¿es esto cierto o forma parte de una leyenda urbana?
La verdad es que científicamente no se sostiene por ningún lado. El gas disuelto, dióxido de carbono, tiende a «escapar» del líquido y dicho proceso de pérdida aumenta con la temperatura. Para evitar esta inevitable pérdida sería preciso «re-embotellar» el líquido con la misma presión con la que fue embotellado en la fábrica y no estaría mal disminuir la temperatura por aquello de que se ralentiza la pérdida de dióxido de carbono. Lo primero se puede solucionar con un tapón hermético pero su efectividad es bastante escasa porque enseguida el gas se abre paso por minúsculas aberturas. En cambio con un tapón hermético dentro de la nevera la pérdida es mucho menor.
Evidentemente la cucharilla no tiene nada de hermética. De hecho baila en la boca de la botella desafiando la lógica. Por tanto, ¿cómo es posible que funcione? (porque de hecho funciona). Cada Navidad me enfrentaba al mismo estúpido dilema así que este año decidí llegar al fondo de la cuestión visto que Internet no me daba ninguna solución.
Después de varios experimentos creo que se debe a que la cucharilla es un tapón «térmico. Me explico. Cojamos dos botellas de cava (ese fue el experimento que realicé), abrámoslas y una de ellas la «tapamos» con la cucharilla invertida, dejándolas a temperatura ambiente. Al cabo de unas horas comprobamos que la pérdida de gas – lo que vulgarmente llamaríamos «desbravamiento» – es idéntica en ambas. Han perdido gas y se muestran sosas al paladar. Hagamos el mismo experimento en la nevera a unos 4 grados centígrados. La botella abierta sin más pierde el picor del gas al cabo de unas dos horas, aunque se constata que conserva al paladar «trazos» que a temperatura ambiente ya habría perdido. En cambio la botella con la cucharilla conserva un picor casi original hasta al menos 24 horas después de su apertura.
Aquí podemos formular varias hipótesis : que la causa del mantenimiento del gas es la forma de la cucharilla, o bien su composición o alguna interacción con el gas que desconocemos. Ahora probamos lo mismo con una cucharilla metálica en una botella y otra de madera en el otro recipiente. A la vez comparamos lo que ocurre al comparar un botella equipada con una cucharilla metálica de postre con otra que emplea una cuchara normal cuyo mango todavía puede deslizarse por el cuello de la botella.
Bien, en el primer caso la cucharilla de madera no tiene efecto en la duración del gas : este se pierde totalmente mucho antes que en el caso de la cuchara metálica. En el segundo caso prácticamente no hay diferencia entre una cuchara grande y otra pequeña. Deducimos por tanto que el objeto que semi-obstruye el cuello ha de ser metálico para que funcione.
Ahora hacemos otra prueba : a una cucharilla le cortamos el mango a la mitad. Comparando con otra botella dotada con cucharilla con el mango completo se observa que se pierde el gas con mayor velocidad. Empiezo a entender que esto tiene algo que ver con la temperatura del cuello de la botella. Recordé que el truco en realidad decía que se debía emplear una cucharilla de plata. ¿Por qué de plata? La plata es el mejor conductor del calor lo cual quiere decir que «conduciría» el frio del frigorífico mejor hacia el cuello de la botella.
Hice entonces una última prueba: Cojo dos botellas, las abro y las meto en el frigorífico. A una de ellas le he construido alrededor del cuello una especie de recipiente donde puedo meter cubitos de hielo, cosa que hago de manera regular. Resultado : casi el mismo que si empleáramos una cucharilla, es decir, no pierde gas de forma rápida. Y aquí ya puedo lanzar la hipótesis : la cucharilla es un buen conductor del frio. El «cuenco metálico» actúa de antena termal, se enfría y transmite el frio hacia el mango que a su vez enfría el aire que le rodea y que ya está dentro del cuello de la botella. Este enfriamiento provoca que el gas liberado quede retenido en el interior porque el aire enfriado pesa más y «sella» (aunque de modo no perfecto) la boca de la botella. Por esta razón la cuchara de madera no funciona porque la madera es un pésimo conductor del calor o del frío pero sí funcionaría un tenedor metálico invertido por ejemplo.
Si esto es cierto debe haber una diferencia de temperatura entre dos botellas, una abierta y otra con la cucharilla. En efecto, me hice con un medidor de temperatura y existía una diferencia no abismal pero medible. Finalmente me lancé al mercado a buscar todo tipo de tapones específicamente hechos para conservar el vino espumoso. De todos ellos el más efectivo fue uno metálico, grande y pesado, compuesto por una bola metálica que queda en el exterior y un pico que penetra en el cuello de la botella unos tres o cuatro centímetros, todo ello complementado con un buen cierre de goma. Ello corroboraría mi suposición : es un tapón muy grande, totalmente metálico y pesado. Por tanto un buen conductor del calor. Como el cierre «térmico» no es perfecto complementa su acción con unas bandas de goma que terminarían de sellar la botella.
Relatividad sin fórmulas – Dilatación del tiempo…
Después de hablar de la situación de la física del movimiento y las ondas a principios del siglo XX y de los postulados de Einstein, en esta tercera entrada de la serie Relatividad sin fórmulas empezaremos a extraer conclusiones de los postulados. Si no has leído los artículos anteriores de la serie, te recomiendo encarecidamente que lo hagas o éste (y los posteriores) pueden resultarte incomprensibles. Además, no vamos a repetir las advertencias acerca del contenido de esta serie aquí – lee los artículos anteriores para saber qué esperar y qué no esperar de esta serie de entradas.
Hoy vamos a centrarnos en una consecuencia inmediata de los postulados de Einstein: lo que suele llamarse_ “dilatación del tiempo”_. Para ello, vamos a realizar un experimento mental en el que, por supuesto, van a participar Ana y Alberto, nuestros “observadores relativistas” ficticios.
Supongamos que Ana y Alberto se encuentran en el vacío del espacio, lejos de cualquier otro objeto, y que se mueven uno respecto al otro a velocidad constante. De acuerdo con los postulados que enunciamos en la entrada anterior, no tiene sentido preguntar si el que se mueve es Alberto y Ana está parada o es al revés. Simplemente, se mueven uno respecto al otro.
Por cierto, ten en cuenta una cosa: en la realidad, muchos sistemas de referencia no son inerciales (no se mueven a velocidad constante o están en reposo), de modo que sí se sabe quién se mueve. Si, por ejemplo, Ana empieza a acelerar hasta que se mueve a determinada velocidad respecto a Alberto, que nunca ha acelerado, lo que decimos sería cierto, pero entonces los dos sabrían que el que “tiene razón” es Alberto, pues es Ana la que ha empezado a moverse. El “no saber quién se mueve y quién no” sólo sirve si los dos sistemas son inerciales.
Lo que vamos a demostrar con este experimento mental es que, si aceptamos los dos postulados de Einstein, inevitable y lógicamente se deduce que Ana y Alberto no miden el tiempo igual.
En nuestro experimento, Ana tiene un reloj que funciona de la siguiente manera: consta de dos espejos paralelos separados una distancia determinada, y un rayo de luz que rebota de espejo en espejo indefinidamente. Cada vez que el rayo rebota en un espejo es un “tic” del reloj. Esto es lo que hace el reloj en el sistema de referencia de Ana:
Y puesto que la luz va a 300.000 km/s y la distancia entre los espejos es fija, todos los “tics” tardan el mismo tiempo. Pongamos que el rayo de luz recorre el espacio entre los espejos en 1 segundo. Entonces, los “tics” del reloj se repiten cada segundo.
Pero ahora fijémonos en lo que observa Alberto en su sistema de referencia. Para él, Ana se está moviendo. Supongamos que Alberto observa lo que le ocurre a Ana cuando ésta pasa justo delante de él, de modo que él la ve moverse “de izquierda a derecha”. Lo que ve Alberto que hace el rayo de luz en el reloj no es lo mismo que ve Ana, pues los espejos se mueven. Alberto ve esto:
Y aquí está el núcleo del asunto – si entiendes lo que voy a decir, entiendes lo básico de la Teoría de la Relatividad Especial. Alberto ve que el rayo de luz recorre una distancia más grande que la que separa los espejos. Con lo cual sólo hay dos posibilidades: o el rayo viaja más rápido, o tarda más tiempo. Pero el rayo no puede ir más rápido: el segundo postulado dice que siempre va exactamente a 300.000 km/s….de modo que es inevitable: el rayo tarda más en ir de espejo a espejo.
Piensa sobre las consecuencias de este hecho: si el rayo tarda más en rebotar de espejo a espejo, en el sistema de referencia de Alberto, el reloj de Ana no hace “tic” cada segundo: va más lento.
Pero no es sólo el reloj – el reloj mide el tiempo…el tiempo de Ana, visto desde Alberto, está yendo más despacio: se “dilata”. Puedes pensar que otros relojes que no utilizasen la luz siguieran al mismo ritmo de antes, pero entonces, ¿habría cosas que Alberto vería moverse a velocidad normal y otras no? Si, por ejemplo, Alberto y Ana se ponen de acuerdo para que Ana toque su nariz cada vez que el reloj hace “tic”, ¿vería Alberto a Ana tocarse la nariz sin que el reloj hiciera “tic”?
Puedes verlo de otra manera: las interacciones entre las partículas que constituyen a Ana se producen a la velocidad de la luz. Si el tiempo del reloj va más lento porque la luz debe recorrer más distancia, lo mismo ocurre con todas las demás interacciones que se producen, es decir, no sólo el reloj, sino todo lo demás va más lento, incluída Ana y, por ejemplo, los latidos de su corazón.
Por supuesto, si Alberto tuviera un reloj igual que hace “tic” cada segundo en su sistema de referencia, Ana observaría que el reloj de Alberto hace “tic” más lento…y Alberto observaría que es el de Ana el que va más lento. ¿Quién tiene razón? Los dos…cada uno en su propio sistema de referencia. Como hemos dicho antes, si en un momento dado están quietos el uno respecto al otro y uno de ellos empieza a acelerar, el problema ya no es “simétrico”.
Aunque no vamos a utilizar fórmulas, es fácil entender que, cuanto más rápido se mueva el otro sistema, más lento te parece a ti que pasa el tiempo para él, porque más distancia recorrería el rayo dentro del reloj. De hecho, piensa en el caso extremo: si Ana se estuviera moviendo a la velocidad de la luz….¡el rayo del reloj nunca jamás podría alcanzar la otra pared! La pared se estaría moviendo a la misma velocidad que el rayo, de modo que el “tic” no se produciría jamás.
Si ocurriera esto, Alberto vería a Ana “congelada” en el tiempo: su corazón no latiría, el reloj no mediría el paso de un solo segundo….el tiempo se habría parado, para Ana, vista desde el sistema de referencia de Alberto. Esto es lo que le pasa a los fotones (las partículas que componen las radiaciones electromagnéticas como la luz): como se mueven a 300.000 km/s, vistas desde nuestro sistema de referencia no cambian jamás…el tiempo no pasa para ellos.
Pero al tiempo le suceden más cosas raras debido a la relatividad…por ejemplo, las cosas que suceden a la vez en un sistema de referencia pueden no ser simultáneas en otros. Este aspecto será el que exploremos en la siguiente entrega de esta serie, Relatividad de la Simultaneidad.
Fuente: https://eltamiz.com
Homicidio vs asesinato…
El homicidio es la acción de causar la muerte de otro ser humano. Jurídicamente, es un delito que consiste en matar a alguien, por acción u omisión, con intención o sin intención, sin que concurran las circunstancias de alevosía, precio o ensañamiento, propias del asesinato. Supone, por tanto, un atentado contra la vida de una persona física, bien protegido por el derecho.
El asesinato es una forma de homicidio que constituye un delito contra el bien jurídico de la vida de una persona física, de carácter muy específico, que consiste en matar a una persona incurriendo en ciertas circunstancias específicas, dependientes del legislador, tales como la premeditación, la alevosía, el precio, la recompensa, la promesa o el ensañamiento aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Es un tipo de homicidio calificado. Se considera asesinato cuando una persona causa la muerte de otra y lo lleva a cabo con alguno de los tres supuestos (o los tres juntos) de ‘alevosía’ (se realiza a traición o cuando se sabe que la víctima no va a poder defenderse), ‘ensañamiento’ (aumentando deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima) o ‘concurrencia de precio’ (cometiendo el crimen a cambio de una retribución económica o material).
Reloj de agua…
Los relojes de agua son uno de los instrumentos más antiguos para medir el tiempo. La salida en forma de cuenco es la forma más simple de un reloj de agua y se sabe que existió en Babilonia, Egipto y Persia hacia el siglo XVI a.C.
El reloj de agua, o Fenjaan, era el dispositivo de cronometraje más preciso y utilizado habitualmente para calcular la cantidad o el tiempo que un agricultor debe tomar agua de un qanat o pozo para el riego. El qanat era la única fuente de agua para la agricultura y el riego en la zona árida, por lo que era muy importante una distribución justa del agua. Por lo tanto, se elegía una persona mayor e inteligente para ser el gestor del reloj de agua llamado MirAab, y se necesitaban al menos dos gestores a tiempo completo para controlar y observar el número de fenjanes y anunciar hora exacta de los días y de las noches desde la salida del sol hasta el ocaso para que los accionistas normalmente se dividían entre los propietarios diurnos y los propietarios nocturnos.
El Fenjaan consistía en una olla grande llena de agua y un cuenco con un pequeño agujero en el centro. Cuando el cuenco se llenaba de agua, se hundía en la olla y entonces el gerente vaciaba el bol y él ponía de nuevo en la parte superior del agua de la olla y contaba el número de veces que se hundía el bol poniendo piedras pequeñas en un bote. El lugar donde se encontraba el reloj y sus gestores eran conocidos colectivamente como khaneh Fenjaan . Normalmente, este solía ser el piso superior de una casa pública, con ventanas orientadas al oeste y al este para mostrar la hora de la salida del sol y del ocaso. El reloj de agua estuvo en uso hasta 1965 cuando fue sustituido por relojes modernos.
Fuente: https://es.wikipedia.org
Regreso Apolo…
¿Cómo pudieron las misiones Apolo regresar de la Luna teniendo en cuenta la inmensa cantidad de combustible necesaria para la ida, y el minúsculo tamaño de la cápsula para la vuelta?
Lo primero que hay que tener muy claro es que la masa es un parámetro a minimizar a toda costa. El mantra a repetir es: «la masa es nuestra enemiga». Debido a la Segunda Ley de Newton, cuanta más masa, más fuerza necesitamos para proporcionar la misma aceleración. Eso quiere decir que necesitamos más combustible. Pero al añadir combustible, estamos incrementando todavía más la masa total del vehículo. Es más, en el espacio no hay aire, por lo que debemos cargar también con nuestro propio oxidante para quemar el combustible. Esto se traduce en más masa, y por tanto, más combustible y oxidante, que hace más pesado nuestro aparato… En fin, la pescadilla que se muerde la cola.
Vemos por tanto que un pequeño incremento en la masa útil (lo que queremos transportar) se traduce en un incremento importante en la masa total del aparato (combustible, oxidante, y el propio contenedor de ambos). Por tanto, en un viaje de estas características, no hay que dudar en deshacerse de lo que no nos es útil, aunque eso suponga abandonar cosas para siempre en medio del espacio. Es más barato volver a fabricarlo de nuevo para otro viaje, que traerlo de vuelta para reutilizarlo.
Para las misiones Apolo se utilizó el descomunal cohete Saturno V, que supongo muchos habréis visto en fotos o en documentales. Su masa total antes del despegue era de 3.000 toneladas. Era un cohete de tres etapas, de forma que a medida que se utilizaba cada etapa, ésta se desprendía (recordad, hay que librarse de lo que ya no nos sirve). Solo la primera etapa, con 2.200 toneladas, superaba en masa a la actual lanzadera espacial (unas 2.000 toneladas). Ésta era la que iniciaba el ascenso, y situaba el vehículo en una trayectoria suborbital, hasta una altura de 62 km.
La segunda etapa, de unas 480 toneladas, continuaba impulsando el cohete hasta casi ponerlo en órbita. Terminado su trabajo, se desprendía (como todo).
La tercera etapa, de ya «sólo» 120 toneladas, colocaba el vehículo en una órbita baja, a unos 165 km de la superficie terrestre. Su misión no terminaba ahí, por lo que se mantenía ensamblada mientras el vehículo daba algunas vueltas a la Tierra. Fijáos que llegados a este punto, hemos reducido la masa total de nuestro vehículo a más o menos la 25ª parte (nos hemos quedado con un 4% de la que teníamos al inicio), y lo hemos colocado en órbita.
Ahora viene lo que diferencia un viaje a la Luna de los demás: la maniobra denominada TLI (inyección translunar), en la que la tercera etapa del Saturno V impulsa nuestro vehículo hacia la Luna. Y en este punto es donde suele haber confusión. Uno podría pensar que hay que alcanzar la velocidad de escape para abandonar definitivamente la Tierra, pero no es así. Si hicieramos eso, pasaríamos de largo. La Luna también está en órbita alrededor de la Tierra. Muy lejos, sí, pero en órbita. Así que lo único que tenemos que hacer es aumentar la altura de nuestra órbita, hasta alcanzar la de la Luna. Pero eso no quiere decir que nuestra nueva órbita deba ser más o menos circular, a la altura de la Luna. Recordad que las órbitas son elipses, por lo que lo único que necesitamos es aumentar la altura del apogeo (máximo alejamiento) sin necesidad de variar la del perigeo (máximo acercamiento). Así que lo que hace realmente la tercera etapa es variar considerablemente la excentricidad de nuestra órbita, de forma que el apogeo intersecte con la Luna (bueno, no exactamente, que no queremos estrellarnos con ella), adquiriendo una órbita muy excéntrica. Y como en el espacio no hay rozamiento, una vez establecida la trayectoria, no necesitamos propulsarlo constantemente. Así que podemos deshacernos de la tercera etapa.
Llegados a este punto, nuestro vehículo consta de dos componentes: el módulo de mando y servicio (CSM, por Command/Service Module), que es la famosa cápsula cilíndrica terminada en cono, que habréis visto en muchas fotos, y el módulo lunar (LM, por Lunar Module), que es el cacharro con patas que aluniza. El CSM tenía una masa de unas 30,3 toneladas, y el LM de unas 14,7. Es decir, unas 45 en total; hemos aligerado mucho el vehículo. El CSM y el LM iban separados dentro del Saturno V, por lo que aprovechamos este momento para acoplarlos. El CSM gira 180º y se acopla por el morro al LM (cuando digo por el morro, me refiero a que el acoplamiento se hace en el morro del CSM, no que se hace por la cara).
Uno de los argumentos de los «apoloescépticos» es que un viaje así era imposible con la tecnología de la época, dado los cálculos que hay que hacer, y teniendo en cuenta que entonces no se podía miniaturizar un ordenador lo suficiente como para llevarlo a bordo. Bueno, precisamente por eso, porque se preveía que los cálculos podían tener un pequeño error, durante el trayecto a la Luna se tomaban medidas constantemente, y se comparaba la trayectoria real con la calculada. Si la diferencia no era aceptable, los propios astronautas corregían la trayectoria con los propulsores del CSM. Y precisamente porque la nave no tenía ordenador, todos los cálculos y decisiones se hacían en Houston.
Una vez nos acercamos a la Luna, debido a que nuestra trayectoria ha sido bien calculada (y posiblemente, corregida), la propia gravedad de aquélla nos «atrapará». Aún así, hay que ayudar un poco, pues la velocidad de la nave es demasiado elevada. Así que usamos el propulsor de CSM para frenar, y entrar en órbita alrededor de la Luna.
Bueno, ya casi hemos llegado. El LM es el único que aluniza, mientras que el CSM se queda en órbita. Como no es cuestión de dejar nuestro billete de vuelta desatendido, uno de los tres astronautas se tiene que quedar en él, y aguantarse las ganas de pisar la Luna. Los otros dos afortunados, se meten el el LM, que se separa del CSM, y disminuye su velocidad para «caer» hacia la Luna. Como no queremos estrellarnos, el LM utiliza su propulsor para posarse suavemente sobre nuestro satélite.
Ya hemos hecho una hazaña histórica. Pero ahora hay que volver a casa. Siguendo la filosofía de dejar lo que ya no nos sirve, no todo el LM despega. Sólo lo hace el llamado módulo de ascenso, que tiene su propio propulsor, y una masa de 4,5 toneladas (y recordar que en la superficie de la Luna, la gravedad es 1/6 de la terrestre). Todo lo demás (la patas del LM y su propulsor, el cochecito, etc), se deja allí abandonado. El módulo de ascenso debe ponerse en órbita, y reencontrarse con el CSM. Pero entre la poca masa que tiene, y la poca gravedad de la Luna, no se necesita demasiado combustible para ello. Una vez acoplados otra vez, los astronautas vuelven al CSM, y el módulo de ascenso ya no nos sirve, así que… ¿lo adivináis?
La vuelta a la Tierra es más económica, en términos de combustible. Nuestra nave sólo tiene 30 toneladas, y ya está en órbita. Pero además, una vez nos alejamos un poco de la Luna y disminuimos nuestra velocidad (con respecto a la Tierra), la propia gravedad Terrestre nos ayuda en nuestro viaje. Prácticamente, lo único que hacemos es «caer» hacia la Tierra (siguiendo una trayectoria elíptica, eso sí). Nuevamente, durante todo el viaje, monitorizamos nuestra posición, y hacemos las correciones oportunas.
Ya casi hemos llegado. El módulo de mando y servicio, está formado en realidad por dos partes: el módulo de mando, y el módulo de servicio (sí, ya sé, no se rompieron la cabeza poniendo nombres). El módulo de mando es la famosa y pequeña cápsula cónica que todos conoceréis, y donde están los astronautas. El módulo de servicio ya no es necesario, y por tanto lo desprendemos y lo abandonamos. El módulo de mando apenas tiene propulsión. La justa para maniobrar un poco. Teniendo en cuenta la enorme velocidad a la que viajamos ¿cómo hacemos para frenar? Fácil: la atmósfera se encarga de ello. Todos sabemos que la resistencia del aire se opone al movimiento, por lo que sólo tenemos que dejar que haga su trabajo. El problema es que debido a la velocidad, se alcanzan temperaturas muy altas. El módulo de mando debe estar especialmente diseñado para la reentrada, y además realizar la operación con un determinado ángulo. De lo contrario, sería un desastre.
Queda un pequeño detalle. Nuestra nave ha aminorado su velocidad, pero sigue cayendo. Para posarnos gracilmente sobre la superficie terrestre (en realidad, sobre el mar), volvemos a aprovecharnos de la atmósfera, con un invento sobradamente probado: el paracaidas. De esta forma, la presencia de atmósfera nos permite realizar la última etapa del viaje sin gastar un sólo litro de combustible.
Fuente: www.malaciencia.info
Límite de megapíxeles…
¿Cómo la difracción afecta a la nitidez de las imágenes y cómo esto limita la resolución posible máxima de los sensores?
En lo que se refiere a imagen fotográfica, la difracción provoca que un haz de luz, al atravesar un orificio pequeño como el diafragma, se disperse llegando al sensor (o película) no ya como como tal rayo de luz sino que se extiende dando lugar a una mancha que se llama disco de Airy. A medida que cerramos más el diafragma, la luz se dispersa más y el disco de Airy crece emborronando la imagen. Cuando llega a tener un tamaño físico mayor que el de un píxel, simplemente ya no podremos resolver tanto detalle.
En la página de Cambridge in Colour, existe una sencilla calculadora para saber cuándo la difracción del diafragma está afectando a la nitidez. Introduciendo en ella la resolución y el tamaño –formato- del sensor , la apertura del diafragma, y fijando como límite del círculo de confusión dos píxels, podemos ver cuándo la difracción está afectando a la nitidez de nuestra imagen, y ya no se puede resolver más detalle. A partir de un valor de apertura, cerrar más el diafragma hará que perdamos detalle. Como resumen, el límite que impone este fenómeno para las cámaras DSLR más típicas podría ser el siguiente:
- Para las cámaras de formato Cuatro Tercios: f:8 para 12mpix
- Para las cámaras APS-C con factor de recorte 1,5-1,6: f:11 para 12 mpix, y de f:8 para 15 mpix
- Para las cámara con sensor FF: f:16 para 12 mpix y de f:11 para 24mpix
La evolución de la tecnología de los sensores hará sin ninguna duda que ganemos rango dinámico e imágenes limpias de ruido para valores de ISO mayores, pero el límite que fija la difracción para que no se pueda aumentar la resolución de los sensores simplemente no se puede superar, va contra las leyes de la física.
Fuente: www.caborian.com
Pidgin…
Un pidgin es una lengua simplificada, creada y usada por individuos de comunidades que no tienen una lengua común ni conocen suficientemente alguna otra lengua para usarla entre ellos. Los pidgins han sido comunes a lo largo de la historia en situaciones como el comercio, donde los dos grupos hablan lenguas diferentes, o situaciones coloniales en que había mano de obra forzada (frecuentemente entre los esclavos de las colonias se usaban temporalmente pidgins).
En esencia, un pidgin es un código simplificado que permite una comunicación lingüística escueta, con estructuras simples y construidas azarosamente mediante convenciones, entre los grupos que lo usan. Un pidgin no es la lengua materna de ninguna comunidad, sino una segunda lengua aprendida o adquirida. Los pidgins se caracterizan por combinar los rasgos fonéticos, morfológicos y léxicos de una lengua con las unidades léxicas de otra, sin tener una gramática estructurada estable.
Luz química…
Las barras de luz química son esas que se doblan, se agitan y producen una luz fluorescente durante horas, sin necesidad de combustión o pilas. Muy útiles para señalización de emergencia, maniobras, lectura de mapas, iluminación submarina, acampadas, pesca nocturna… incluso para el ocio: pulseras y collares que brillan en la oscuridad, cubitos y bolas para decorar nuestras bebidas nocturnas y decoración para fiestas.
Pero, ¿cómo funcionan?
Independientemente de su tamaño o forma todas se basan en el mismo principio: la quimioluminiscencia.
El DRAE nos informa que luminiscencia es la “propiedad de despedir luz sin elevación de temperatura y visible casi solo en la oscuridad, como la que se observa en las luciérnagas, los peces abisales, en las maderas y en los pescados putrefactos, en minerales de uranio y en varios sulfuros metálicos”.
Entonces, la quimioluminiscencia es la luminiscencia producto de una reacción química.
En una reacción química se recombinan los átomos de dos o más sustancias para formar un nuevo compuesto. Según la naturaleza de los reactantes la reacción puede emitir energía. Tal es el caso que nos ocupa.
En la barras de luz coexisten dos compuestos químicos que al juntarse reaccionan. Uno de los compuestos, el peróxido de hidrógeno (agua oxigenada) -al que se llama activador- está contenido en una cápsula de cristal pequeña y frágil. Y esta cápsula se encuentra dentro de la barra de polietileno propiamente dicha que contiene un éster de fenil oxalato y un tinte fluorescente que es el que da el color según el producto químico que contenga.
Al doblar la barra y romper la cápsula las dos sustancias se mezclan. Y lo hacen con mayor rapidez al agitarla. Como resultado se obtienen unos compuestos producto (no importa cuáles) y una emisión de energía (que es lo que nos interesa). Esa energía excita los átomos del tinte fluorescente (sus electrones suben a un nivel energético mayor más alejado del núcleo), para luego volver a recuperar su estado de equilibrio (descendiendo a un nivel energético menor más cercano al núcleo y más estable) proceso que logran desprendiéndose de la energía sobrante en forma de fotones, es decir, produciendo luz sin calor (luz fría).
Nota sabionda: Dependiendo de los compuestos utilizados y su cantidad, la reacción química puede alumbrar durante minutos o durante varias horas. Si se calienta la barra, la energía adicional acelerará la reacción y brillará más intensamente aunque por menos tiempo. Por el contrario, si se enfría, la reacción se ralentizará y proporcionará una luz más amortiguada aunque durante más tiempo. De hecho, si se mantiene la barra en el congelador se puede preservar para el siguiente día. La reacción no se interrumpirá, pero se ralentizará considerablemente.
Nota sabionda: El 9,10-difenilantraceno proporciona un color azul, el 9,10-bis(feniletinil)antraceno proporciona el color verde y el 5,6,11,12-tetrafenil naftaleno proporciona el color rojo.
Fuente: www.sabercurioso.com
Numeración callejera…
Primero, hay que saber que de forma general cada ayuntamiento tiene libre elección en los sistemas de numeración callejera, sin embargo, ciertas reglas se repiten. He intentado recopilar algunos sistemas encontrados navegando por ahí…
Este esquema es el más común en Europa. Números pares de un lado, impares del otro. La numeración empieza de forma creciente en el extremo de la calle más cercano al centro del pueblo (lo que me parece lo más lógico), el ayuntamiento, un posible río o un elemento representativo de la ciudad…
Aquí nos encontramos en una ciudad marítima o en una isla… La numeración empieza de forma creciente en el extremo de la calle más cercano al mar. Canarias tiene esta lógica.
En este caso, la numeración de la calle depende de los metros que separan los edificios de un punto de partida dado. Un sistema común en América y en ciertos pueblos de Francia. Donde viven mis padres, el punto de partida es sencillamente el principio de la calle.
Haaaa… Aquí cambiamos bastante la lógica. Ya no importa que los números sean pares o impares. En Berlín, usan el sistema llamado ‘herradura’: los números se siguen en la misma acera, y llegado al final de la calle, cambiamos de acera y vamos en el sentido inverso para seguir con la numeración… No se puede decir que al nivel práctico sea lo mejor…
Color negro: Casas y edificios de particulares. En rojo: Los negocios. Ese es el sistema instaurado en Florencia, Italia…
Y ese es el que más gracia me hace y me asusta al mismo tiempo: la numeración depende de la fecha de construcción del edificio… Made in Japón… Ya entiendo porqué en las imágenes urbanas que vemos de ahí, las calles están llenas… Todo el mundo está buscando el número del sitio de su destino.
Fuente: www.cuartoderecha.com
Incentivo moral…
Una de las ideas más contraintuitivas que ha florecido de la moderna experimentación psicológica es que las personas no responden tan fuertemente a incentivos económicos como a otros no económicos. Eso no significa que la ciencia haya descubierto que el dinero no es importante, sino que no lo es tanto como creíamos. O no lo es muchas situaciones.
La mayoría de los donantes de sangre en Estados Unidos, hasta hace pocos años, recibía una compensación económica a cambio de su gesto, pagada por entidades con y sin ánimo de lucro. En Europa es un fenómeno menos conocido. Por ejemplo, En gran Bretaña las donaciones se organizan a través del Servicio Nacional de Salud y son voluntarias, sin ninguna remuneración.
El sociólogo Richard Titmuss comparó ambos sistemas, descubriendo que la sangre del sistema británico era de mayor calidad (meno probabilidad de que el receptor contrajese hepatitis), se desperdiciaba menos sangre y había menos escasez general en los hospitales. Sin contar que pudiera existir un problema moral cuando los más ricos exploran a los más necesitados a través de sus fluidos u órganos.
Muchos economistas negaron que esto era posible. Si bien en sistema estadounidense funcionaba peor, no podía ser sencillamente porque se remunera económicamente al donante. Kenneth Arrow, premio Nobel de Economía, por ejemplo, admitió que hay personas que responden mejor a incentivos morales, pero que muchos otros solo respondían a cambio de dinero.
A pesar de las objeciones, las pruebas se impusieron, Estados Unidos adoptó el sistema de donaciones voluntarias sin remunerar, y los donantes altruistas fueron más, aunque descendieran unos pocos donantes retribuidos, tal y como explica Yochai Benkler en su libro El Pingüino y el Leviatán:
Una vez desaparecieron los incentivos materiales, las donaciones aumentaron en calidad y en cantidad, y el sistema en su conjunto funcionó de manera más estable y eficaz de lo que lo había hecho antes. (…) Un impactante estudio realizado hace poco tiempo en Suecia, donde históricamente existe un sistema de donación voluntaria, demostró que las donaciones de las mujeres disminuían de modo considerable si se les ofrecía un pago a cambio de la donación de sangre, mientras que ello no sucedía en el caso de los hombres. Las donaciones de las mujeres volvieron al nivel original cuando se les dio la oportunidad de que entregasen el dinero recibido a una fundación dedicada a combatir los problemas de salud infantil.
La discusión sobre qué sistema es más efectivo continúa hoy en día, porque quizá hay alguna variable que no tenemos en cuenta que favorece un sistema sobre otro con independencia de si se paga o no por sangre. Pero lo que parece evidente es que no está tan claro como habíamos creído siempre que el dinero proporciona una mayor implicación de la gente en una causa como donar sangre (y en otras tantas).
Parece que, además del deseo de dinero, hay otras motivaciones, como las necesidades emocionales, las motivaciones o conexiones sociales y los compromisos morales. Todas esas fuerzas tiran por lados independientes, a veces en conflicto entre sí.
Economistas como Bruno Frey y Samuel Bowles, y psicólogos como Edward Deci y Richard Ryan han analizado experimentos similares para evaluar este fenómeno en diversos escenarios y en muchos campos diferentes. Los resultados son bastante claros y convincentes. (…) Sabemos gracias a cientos de estudios experimentales que en una situación determinada, cabe esperar que la mitad de la población se comporte de manera cooperativa y generosa, y una tercera parte de la población lo haga de manera egoísta. Por lo tanto, lo que realmente necesitamos son sistemas que aprovechen tanto las motivaciones sociales como las egoístas, evitando al mismo tiempo que estas últimas excluyan a las primeras.
Fuente: www.xatakaciencia.com
¿Blanco y negro o color?
Ilusión de la mano de goma…
Un grupo de psicólogos de Pensilvania (Estados Unidos) descubrió una ilusión curiosa, conocida como “ilusión de la mano de goma”.
Los investigadores se dieron cuenta de que si ponemos una mano de goma delante de nosotros y, a la vez, tapamos uno de nuestros brazos de manera que parezca que la mano de goma es parte de nuestro cuerpo, cuando alguien nos acaricia la mano de goma, sentiremos que nos están acariciando la mano real.
La ilusión de la mano de goma no solamente se convirtió en un truco para los ilusionistas, sino que fue un hallazgo importante porque permitió comprender cómo la vista, el tacto y la propiocepción (es decir, el sentido de la posición del cuerpo) se combinan para crear una sensación convincente de la propiedad del cuerpo, uno de los fundamentos de la autoconciencia.
Los científicos han descubierto que a mayor intensidad con las que se experimenta la ilusión de la mano de goma, por ejemplo al golpearla con fuerza, existe una mayor actividad en la en la corteza premotora y en la corteza parietal del cerebro. Estas áreas son responsables de integrar la información sensorial y de movimiento. Pero claro, no es lo mismo acariciar la mano que golpearla. Y a pesar de que los individuos que han realizado experimentos con la mano de goma son conscientes de que dicha mano no forma parte de su cuerpo, las regiones cerebrales que se activan con el miedo y la amenaza, y que corresponden a la huida, también se activan más.
¿Qué ocurre con la mano auténtica que está escondida?
Otro hallazgo interesante es el que fue llevado a cabo por un grupo de científicos de la Universidad de Oxford, que quisieron saber qué le ocurre a la mano que se esconde durante el experimento. Si el cerebro reacciona a la mano de goma, ¿también reacciona a la mano que está escondida? Pues parece ser que, justo cuando el cerebro falsamente reconoce la mano de goma como suya, la temperatura de la mano auténtica, que se encuentra escondida, desciende. En cambio, el resto del cuerpo sigue siendo la misma.
Además, cuando el experimentador estimula la mano escondida, el cerebro del sujeto tarda más en responder que cuando se toca la otra mano auténtica. Estos resultados parecen demostrar que, cuando el cerebro piensa que la mano de goma es una mano auténtica, se olvida de la otra mano.
Fuente: https://psicologiaymente.com
Viernes 13…
En martes 13 ni te cases ni te embarques” es una frase archiconocida en los países de habla hispana. La fobia a los martes o viernes que caen en este número es una superstición que algunos creen, otros ridiculizan y muchos simplemente ignoran. Su origen se encuentra en una serie de referencias que se remontan a la mitología de la Antigüedad, a las religiones abrahámicas y a algunas coincidencias históricas.
El número 13 de por sí ha tenido connotaciones negativas en muchas culturas, principalmente vinculadas a la religión. En la Cábala judía son 13 los espíritus malignos; la cifra se asocia también al carnero, la víctima que Abraham debía sacrificar a Dios, y es por lo tanto un número de la muerte. El cristianismo tiene tres malos augurios al respecto: trece eran los asistentes a la Última Cena, se cree que Jesús fue crucificado en un viernes 13 y finalmente, cuando se escribió el Libro del Apocalipsis, el Anticristo aparece en el decimotercer capítulo. Incluso en la mitología vikinga encontramos una referencia a la calamidad del número 13, ya que se asociaba a Loki, un dios traicionero y caótico, por lo que esta cifra se consideraba poco fiable.
La asociación del martes 13 con la desgracia proviene de la divinidad romana que da nombre a este día: Marte, el señor de la guerra. Los romanos se tomaban muy en serio la influencia de los dioses en su vida cotidiana, por lo que uno violento y causante de conflictos como él no era el más indicado para presidir bodas, negocios u otras actividades que requirieran buenos auspicios. La combinación del martes y el trece como una fecha de mala suerte provendría de la fusión de la tradición romana con la cristiana
Por su parte, un viernes 13 fue la fecha en la que, según la tradición, fue crucificado Jesús. A este episodio se suma uno que efectivamente aconteció en dicha fecha, en concreto el 13 de octubre de 1307: el inicio de la persecución contra los caballeros templarios, que acabaría con la destrucción de la orden. La fobia al viernes 13 está más extendida por la mayoría de países europeos y, por influencia cultural, en los de América, mientras que el martes 13 es más específico de los países hispanohablantes y unos pocos más.
Cigarras «primas»…
Cada diecisiete años los residentes del nordeste de Estados Unidos sufren los efectos devastadores de un tipo de cigarra, la Magicicada septendecim. Durante semanas enjambres de estas cigarras –hasta medio millón por cada hectárea de tierra– se pasan el día aparándose y cantando antes de morir y cubrir la tierra con sus crujientes exoesqueletos.
Los habitantes de esa zona de Estados Unidos ya están acostumbrados a esta excentricidad de la naturaleza. Cada diecisiete años ya saben lo que se les viene encima. En cualquier caso, no deja de ser curioso que esta cigarra haya confiado su supervivencia a un número primo y no a otro número.
Recordamos que los números primos son aquellos números naturales mayores de la unidad y que tan sólo son divisibles por uno y por él mismo. Los primeros números primos son 1,2,3,5,7,11,13,17… y así hasta el infinito.
¿Un código oculto de la naturaleza?
Imagino que muchos se preguntaran por el capricho de estas cigarras. Pues vamos a ello. Tener un ciclo biológico basado en un número primo no es caprichoso y concede, sin duda, una ventaja biológica para la preservación de la especia. Esta capacidad, de digamos temporización, hace que el insecto sea más esquivo a sus depredadores y esto le ayuda a evitar la extinción.
Vamos a un caso práctico, imaginemos que el ciclo biológico del depredador fuese de dos años y el de la cigarra fuese divisible por dos, en tal caso ambos animales coincidirían regularmente, poniendo en peligro la especie.
Igualmente le pasaría si fuese múltiples de tres o cinco, por eso lo mejor, para evitar tener encuentros desagradables, es tener un ciclo biológico basado en un número primo. Admitamos que el depredador tiene un ciclo de dos años, solo se encontraran cada treinta y cuatro años, y si fuese de ocho la cifra se elevaría hasta los ciento treinta y seis años; por otra parte, ningún depredador podría devorar tantas cigarras, a pesar de darse un verdadero festín no podría con todas, antes moriría empachado.
Fuente: www.rtve.es
Banderas distintas caras…
Las banderas suelen tener emblemas o escudos únicos. Los colores, además, también suelen diferenciarlas del resto pese a que algunos países cuentan con enseñas parecidas. No obstante, existen tres países alrededor del mundo que cuentan con una curiosidad que las distingue del resto, sus dos lados de la bandera no son iguales.
La primera nación con esta característica es Paraguay: En la parte anversa del emblema se puede ver el Sello Nacional mientras que en el reverso encontramos el de Hacienda. Así, el Sello Nacional -la estrella- representa la esperanza, ya que iluminó la gesta libertadora para que Paraguay se independizara. Además, las ramas de palma y olivo entrelazadas representan las glorias de Paraguay a lo largo de su historia.
Por su parte, El Sello de Hacienda está acompañado de la frase “Paz y Justicia” que trata de expresar uno de los valores más importantes para esta nación. Así, el león representa la valentía del pueblo, la pica es un arma símbolo de su virtud guerrera y el gorro frigio expone la libertad.
El segundo país con esta característica es Moldavia. A lo largo de la historia de esta nación su anverso y reverso han estado diferenciados. Si bien la ley indicaba que el reverso de la bandera de Moldavia no debía contener el escudo de armas, era habitual encontrar banderas con el anverso y reverso iguales. Sin embargo, en el año 2010 se estableció que el reverso de la bandera debería contener el escudo de armas, con la variante de que el águila (cuya función es tratar de distinguirla de la bandera de Rumanía, que tiene los mismos colores) mirase a la derecha para quedar en simetría con el anverso.
La tercera bandera que encontramos alrededor del mundo con esta característica es la de Arabia Saudita. Con un fondo verde (se cree que proviene del color de la capa usada por el profeta Mahoma) donde se puede leer una inscripción en árabe que expone: “No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta” se acompaña de una espada apuntando hacia el lado izquierdo de la bandera. Pese que ambos lados son prácticamente iguales el emblema cuenta con dos caras, algo extraño.
Cuando las banderas del país se elevan, dos emblemas son cosidos entre sí para que la inscripción pueda ser leída desde ambos lados y que la espada siempre apunte en la dirección deseada. Así, el arma conmemora la unificación del Reino en el siglo 12 llevada a cabo bajo por Ibn Saud.
Como esta frase es considerada sagrada, la bandera no debe usarse en camisetas y otros elementos. Arabia Saudita protestó por la inclusión de la bandera en el balón de fútbol que la FIFA estaba preparando con las banderas de todos los participantes en la Copa Mundial de Fútbol de 2006, puesto que consideraron inaceptable golpear con los pies dicha frase. De igual forma, al contener la “Palabra de Dios”, la bandera saudita nunca ondea a media asta en señal de duelo.
Ampliación: ¿Cuál es el único color que no aparece en las banderas?
Fuentes:
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