Pin parental musulmán…
La polémica está servida. O todos moros, o todos cristianos, ¿quién puede decidirlo? Solo el tribunal de Estrasburgo.
La izquierda se echa las manos a la cabeza:
-¿Pin parental? ¿Pero que se han creído estos fachas? ¡Los niños no son de los padres!
La derecha casposa y populista:
-Pin parental o a nuestros niños les van a enseñar a masturbarse en grupo y se nos volverán gays, lesbianas o trans.¡La raza española peligra!
-Los islamistas:
– Estos cristianos están pallá, eso les pasa porque los hijos de los infieles no nacen como los nuestros. Con el pin parental de serie.
Sí, nosotras nacemos ya con el pin parental de serie, como el airbag de cualquier coche familiar. Nuestro pin parental de serie no solo nos exime de actividades extraescolares. El nuestro es un pin de alta gama, también nos exime de las clases obligatorias y nos blinda contra todo tipo de sensaciones. Y no hay forma de quitárnoslo a no ser que algún profesor vocacional, concienciado y amante de los derechos humanos, decida que ya está bien y lo denuncie.
Las causas de las denuncias pueden ser variadas, podemos elegir:
Padre: -¡Mi hija no puede asistir a clase de gimnasia, nuestra religión lo prohíbe! No puede exhibir su cuerpo delante de alumnos varones.
Ya sabemos como son los cuerpos, capaces de moverse, contonearse , doblarse, estirarse…y claro, como van a permitir esos padres que su hija vaya provocando a sus compis de tan lasciva manera?
La alumna no puede asistir a clases de natación,
Padre: -¡Mi hija en bañador delante de los chicos, ni hablar! Nuestra religión lo prohíbe.
-Pero señor, (se justificará la dirección del colegio)- Su hija puede ir la clase en burkini.
-¡Ni hablar! Las clases son mixtas, cualquier chico puede ver definido el cuerpo de mi hija en un descuido.
Niñas y niños no pueden asistir a clase de música.
Padre: -Nosotros consideramos que la música es haram (pecado). ¡La música es la flauta de Satán! El sonido de la flauta incita al pecado.
Profesora: -Pues tienen que tocar, es una asignatura obligatoria.
Las niñas y niñas acaban yendo a clase de música pero negándose a tocar cualquier instrumento.
Los padres de niñas y niños musulmanes pueden negarse a que sus hijos no asistan tampoco a clase de orientación sexual, y lo hacen. Para eso no les hace falta ni protestar, la niña o el niño se ponen “enfermos” ese día y se evita el conflicto. ¡Todos contentos!
Si esas niñas y niños tienen suerte, y como he dicho antes, se encuentran con una profesora o profesor amante de los derechos humanos, esta lo denunciará.
Esa denuncia seguirá su curso, un camino arduo. Pasará de la profesora a la dirección del colegio, de allí al Ministerio de Educación, de allí a los tribunales, donde normalmente se le dará la razón a los padres en primera instancia (sí, los hijos son de los padres). Si no se les da la razón a esos padres, la comunidad islámica se encargará de proveer a los mismos de recursos económicos suficientes para que esa sentencia llegue hasta el máximo tribunal, el de Estrasburgo.
Y menos mal que ese tribunal tiene muy en cuenta que los derechos humanos están por encima de cualquier creencia o religión, así en la mayoría de los casos se fallará a favor de la libertad del menor.
Mientras, esas niñas se habrán perdido las clases de natación, las de gimnasia, las de música, las de orientación sexual… nimiedades, cosas que no sirven para nada porque total, todos sabemos que los musulmanes están acostumbrados, es “su cultura” y hay que respetarla. Esas niñas se pondrán el velo por libre elección y se casarán a temprana edad con un buen musulmán. ¿Para qué les va a servir la gimnasia o saber nadar? En cuanto a la música… total, es una “maría”, tampoco es que cuente mucho, ¿o alguien conoce a algún director de orquesta musulmán? (Los hay, por supuesto.)
Yo personalmente agradeceré siempre a mis maestros su valentía. En plena dictadura nos reunían a escondidas en clase para debatir sobre el aborto, las relaciones sexuales, ecología, salud o política. Y mi generación salió tan bien que no nos merecemos estar debatiendo a estas alturas sobre ningún pin neandertal.
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