Vieja escuela montañera…

Sin bastones, las piernas como únicos cimientos, las rodillas todavía intactas, los pulmones inmensos como los paisajes, los pies ya puños contra las piedras, ensamblaje perfecto de juventud y madurez.
La ropa nada técnica, un pantalón corto, una camiseta de propaganda, un chubasquero canguro, las botas aún sin gore-tex, la mochila una cualquiera, una gorra de la Caja de Ahorros. Un mapa de editorial Alpina, un cantimplora forrada de gamuza verde, un bocadillo de tortilla, por si acaso tal vez también una lata de sardinas o un poco de embutido, algo de fruta, chocolate y frutos secos.
La vista despejada, ojos con retinas limpias. Unos prismáticos bastante pesados. Los hitos señalando la ruta. El saludo a quien encontraras. Una foto todos juntos. Dame la dirección, que llevo libreta y boli, y te enviaré una copia por correo. No, no me pagues nada, faltaría más.
Excursiones aquéllas, cuando aún eran nuevos muchos nombres de montañas.

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