Menosmalismo…

Elegir el menor de los males es algo que, todos o casi todos, hacemos cotidianamente. Si un determinado fármaco me cura una enfermedad grave a pesar de que tenga efectos secundarios desagradables es muy probable que elija el fármaco en cuestión y reciba la aprobación de todos. Pero cuando la doctrina del mal menor se convierte, dogmáticamente, en un principio incuestionable o tolerado con facilidad nos encontramos con una falacia o mala argumentación y con una desgracia. La falacia o mala argumentación consiste en que como siempre puede haber un mayor mal , queda justificada cualquier acción. Por poner un ejemplo extremo, votar a Pinochet para que no salga el mas repugnante de los nazis imaginables. Y eso no es de recibo. Y es una desgracia porque la izquierda, con vocación realmente emancipatoria y no de boquilla, ha caído con demasiada frecuencia en la aceptación de dicha manera falaz de argumentar. La historia abunda en tantos ejemplos que está de más enumerarlos. Es probable que esa supuestamente puntual sumisión, votar con la nariz tapada o conceder ahora para ganar mañana sea una de las causas de los constantes fracasos de una izquierda obnubilada por sacar la cabeza a cualquier precio y no perder un átomo de poder.

Es lo que creo que, como tantas veces, ocurre ahora. La consigna es ir a votar a toda costa, metiendo el miedo en el cuerpo, por muy real que también lo sea en la realidad. Habría que evitar a toda costa que la derecha y la ultraderecha ganen. Da igual que se pisoteen los principios, que se pacte con aquel que se detestaba, que se calle para no nombrar lo que moleste. Lo importante, y ahí se unen los que mandan y muchos de los, al menos autotitulados, luchadores de la izquierda. Algunos no estamos de acuerdo y pensamos que lo mejor es la abstención activa. No ir a las urnas pero trabajar día a día en la sociedad que es donde se gesta una política que merezca la pena. Y lo curioso es que, incluso dentro de los que poseen un corazón libertario, con el que simpatizo, cuando optan por no votar lo hacen con argumentos en relación a los muchos defectos de esta democracia. El paro, las desigualdades, la falta de real pacifismo, el maltrato a jóvenes y mayores y un sinfín de hechos que sin duda, son reales ,solo que se dan dentro del sistema. Y es este el problema de verdad, allí donde a de colocarse el punto de mira. Es el sistema, habría que repetirlo una y mil veces. Y si suena a estribillo, qué le vamos a hacer.

Fuente: https://insurgente.org

España vaciada…

España tiene 46,7 millones de habitantes repartidos en 504.000 kilómetros cuadrados, de modo que su densidad es de 92 habitantes por kilómetro cuadrado. Esa es la teoría porque, como todas las medias aritméticas, esta cifra dice muy poco sobre la densidad del territorio.

Sería más correcto decir que España es un enorme páramo moteado con un puñado de zonas en las que se apiñan (casi) todos los españoles: el 95% de la población vive en menos de la mitad de la superficie. El mapa que ilustra este artículo muestra las zonas menos densamente pobladas de la ‘España vacía’ o tal vez deberíamos hablar de la ‘España vaciada’, el término que están utilizando los mermados resistentes de la misma para denunciar el abandono al que, dicen, les tienen sometida la metrópoli.

La enorme mancha roja que recorre desde el noreste de Madrid hasta la ribera sur del Ebro es conocida como la “Siberia ibérica”: está poblada por algo menos de medio millón de personas repartidas en 1.393 municipios dispersos en 69.000 kilómetros cuadrados -algo menos de la superficie de Irlanda- y una densidad de las más bajas de Europa, 7,2 habitantes por kilómetro cuadrado.

La franja con Portugal, que abarca el oeste de las provincias de Cáceres, Salamanca y Zamora está ligeramente más nutrida (7,58 habitantes/km2). En sus 33.500 km2 (algo más grande que Bélgica) apenas viven 253.000 habitantes. Un auténtico páramo.

Y, lo que es más sorprendente, los que vivimos en ciudades lo hacemos mucho más apretados que el resto de los europeos: 20 de los 33 cuadrados más densos de Europa (40.000 habitantes por km2 o más) están en España. La densidad máxima la tiene este cuadradito de Hospitalet de Llobregat, donde se arraciman 53.119 personas, 900 más que en el distrito XVIII de París:

Fuente: https://blogs.publico.es

Libereco Assange…

En 2012, el año en que llegué a Londres como embajadora, Julian Assange obtuvo el asilo diplomático de Ecuador y se instaló en la embajada de la calle Hans Crescent. Ese dia la embajada fue rodeada de carros de la policía británica y algunos agentes pugnaban por entrar. Mi primer reflejo fue mandar unas bandejas de empanadas y alfajores para aliviar los trajines de la embajadora Ana Alban. Juntas organizamos en los días subsiguientes una reunión de embajadores latinoamericanos para seguir desde la legación de Ecuador la sesión de la OEA donde se discutía el asilo de Assange. Nos sentamos, por primera vez, alrededor de esa mesa oscura, en una sala austera. De pronto, discretamente, como todos esperábamos, irrumpió Julian Assange. Ya era una leyenda. Le expresé cuánto teníamos que agradecerle los latinoamericanos por sus revelaciones de los cables diplomáticos que muestran el grado íntimo y perverso de injerencia del gobierno de Estados Unidos en nuestros asuntos. Yo misma tenía como prueba el cable que escribió el embajador de Estados Unidos en Argentina, Lino Gutierrez, sobre mi designación como embajadora en Venezuela, donde se describen detalles puntuales de mis actuaciones, que ni yo misma recordaba.

Ese día comenzó una larga serie de encuentros que tuve con Julian a lo largo de los cuatro años de mi misión en Londres y en los años subsiguientes, en que lo visité varias veces. Nuestra primera conversación giró en torno a las acusaciones que tenía en Suecia sobre abuso sexual; hablamos con franqueza, y concluí que se trataba de una fabricación de dos mujeres inescrupulosas con las que tuvo relaciones casuales, quienes habían sido manipuladas para criminalizarlo. Suecia reclamaba su extradición para responder a esas denuncias –nunca configuraron cargos– mientras que sus abogados solicitaron incansablemente que pudiera declarar en Londres, ya que Suecia lo extraditaría a los Estados Unidos por haber revelado secretos de Estado.

GPS…

Historia: cuándo y por qué se creó el GPS

Durante la Segunda Guerra Mundial se empezó a experimentar con los sistemas de geoposicionamiento (LORAN, TRANSIT) para, entre otras cosas, facilitar la navegación aérea. Pero no fue hasta la década de los 70 cuando el Departamento de Defensa de los Estados Unidos desarrolló el sistema GPS, tal y como lo conocemos ahora.

Entre 1978 y 1985 se desarrollaron y lanzaron once satélites prototipo experimentales, llamados NAVSTAR. Esta primera fase del proyecto pretendía validar que todo funcionaba según los modelos teóricos y serviría para aprender lecciones para el diseño de los nuevos satélites.

El primer satélite del sistema GPS, el NAVSTAR 1, fue lanzado el 22 de febrero de 1978. Se continuaron lanzando satélites iguales hasta el 9 de octubre de 1985, cuando se puso en órbita el Navstar 11.

En sus comienzos el sistema GPS fue diseñado únicamente para el uso militar, pero fue durante el mandato de Ronald Reagan cuando se abrió el sistema al uso civil como consecuencia de un malentendido de aviación.

El 1 de septiembre de 1983, durante el transcurso de la Guerra Fría, el vuelo 007 de Korean Air 1 se disponía a viajar desde Nueva York hasta Gimpo (Corea del Sur), haciendo escala en Alaska. El piloto automático (con funcionamiento magnético) internó el Boeing 747-200 sobre el espacio aéreo soviético. La Unión Soviética, que desconocía que el aparato era civil, hizo despegar varios cazas interceptores que derribaron el avión comercial en el que viajaban 269 pasajeros y a la tripulación. Ninguno sobrevivió a lo ocurrido.

El incidente podría haberse evitado con la utilización del nuevo sistema de navegación GPS, por lo que los Estados Unidos abrieron su uso al público civil, aunque eso sí, se hizo con condiciones. La señal sería perturbada aleatoriamente (disponibilidad selectiva – S/A) para que el grado de precisión civil fuera de entre 15 y 100 metros, mientras que la precisión para el ejército americano sería de pocos metros. De esta manera el Ejército de Estados Unidos se aseguraba seguir contando con una ventaja tecnológica.

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Ignominia…

Pocos sentimientos son tan incómodos como la vergüenza. Todos la hemos sentido alguna vez y la verdad que es difícil entender en qué podría beneficiarnos. ¿Pero es tan mala como parece o podría sernos útil bajo ciertas circunstancias?

Realmente es difícil de entender si lo pensamos fríamente, para qué puede servir la vergüenza. Sabemos que el miedo nos permite no cometer riesgos innecesarios que podrían acabar con nuestra vida, pero ¿la vergüenza? ¿Por qué no nos podemos librar de ese sentimiento?¿No podríamos nacer todos ya sin ese miedo al juicio de los demás?

Útil y fundamental

Daniel Sznycer investigador del Centro de Psicología Evolutiva de la Universidad de Montreal, realizó un interesantísimo experimento para intentar resolver estas dudas. Sus resultados indicaron que la vergüenza no sólo es útil, sino que es fundamental para nuestra supervivencia y para prosperar en un grupo. Por muy raro que pueda parecer, según el estudio la principal función de la vergüenza sería la de evitar que seamos excesivamente egoístas.

La vergüenza en las pequeñas comunidades

Los investigadores entrevistaron a 899 personas que vivían en 15 pequeñas comunidades  de diferentes partes del mundo.

Estas “sociedades a pequeña escala” incluían personas de diferentes nacionalidades, lenguas, culturas y religiones como los Andes (Ecuador), regiones remotas de Siberia (Rusia) o las islas  Mauricio.

Se presentaba a los participantes 12 situaciones hipotéticas en las que debían responder cuánta vergüenza debería sentir la persona implicada. Estas situaciones podían hacer referencia tanto a aspectos físicos o a comportamientos como robar a un compañero o ser demasiado perezoso.

También un grupo debía indicar en una escala, qué tan negativamente juzgarían a una persona que tiene esas características o comportamientos, mientras que  otro grupo debía responder cuánta vergüenza sentirían si fuesen esa persona.

Selección natural

En general los resultados indicaron un elevado nivel de acuerdo entre el grado de vergüenza que los participantes señalaban que una persona debería sentir con cuánto esa persona perdería valor para el grupo. Este nivel de acuerdo se daba tanto al interno de la misma comunidad como cuando se compraban los resultados entre las diferentes comunidades.

Los investigadores explican que este nivel de acuerdo entre diferentes sociedades, podría indicar que la vergüenza no es producto de la cultura, sino que formaría parte de la selección natural de la especie.

Entre el desinterés y el egoísmo

Analizémoslo desde la óptica de la evolución. Nuestros ancestros vivían en pequeñas comunidades y dependían del grupo para sobrevivir. La confianza era literalmente un caso de vida o muerte. Pero era necesario aprender a comportarse. Ser completamente desinteresado no era una buena estrategia porque se corre el riesgo de que te exploten. Por otro lado, ser completamente egoísta tampoco era una buena opción porque el riesgo era que ser excluido del grupo.

Según los investigadores, para prosperar una persona debía medir con precisión las consecuencias que tendrían sus actos, especialmente si eran demasiado egoístas como por ejemplo robarle a un compañero.

Una ayuda para mantener el equilibrio social

Los resultados del estudio sugieren que la vergüenza evolucionó para ayudarnos a tomar la decisión adecuada, o sea actuar pensando en los beneficios a largo plazo sin poner en peligro nuestro lugar en el grupo. En este caso, la vergüenza funcionaría como el dolor, nos avisa que no debemos repetir un comportamiento que amenaza nuestro bienestar.

Evidentemente esto no quiere decir que la vergüenza es siempre algo positivo. Si los estándares de nuestro grupo de referencia están distorsionados, la vergüenza funciona como un elemento de castigo y exclusión. Si pensamos en nuestros ancestros, el objetivo del grupo era sobrevivir.

Hoy en día los objetivos no son tan claros, y si por ejemplo nuestro grupo de referencia otorga un valor excesivo a un aspecto no determinante como por ejemplo la apariencia física, la vergüenza que sentimos por no seguir la norma no sería algo positivo, sino algo muy dañino para el individuo.

Fuente: http://www.psicologiaparatodos.net