Circunscripciones electorales…

En general sistemas como el de EE.UU., Gran Bretaña o España distribuyen de una forma bastante uniforme por todo su territorio la elección de los representantes populares. La cuestión es que en la medida en que el trabajo cada vez se está concentrando más en determinadas áreas urbanas, es allí adonde acude la gente a vivir.

Enormes migraciones interiores están despoblando áreas rurales de casi todos los países para concentrar a la población en grandes ciudades. Esa gente de las ciudades, por una serie de cuestiones en las que no voy a extenderme, tiende a ser más abierta y progresista hacia los extranjeros, las nuevas ideas, la moral sexual, etc., que la gente que vive en el campo. Es decir que las ciudades aglutinan la mayoría de los votantes de los partidos y los líderes progresistas.

El problema es que ese tipo de votante, en lo que concierne a los sistemas electorales, se encuentra excesivamente concentrado en la medida en que áreas rurales -donde comparativamente puede vivir por ejemplo un 30% de la población- pueden llegar a otorgar, en función del sistema electoral en vigor, el 40 o el 45% de los representantes del Parlamento o la Cámara de turno lo que sobreprima de cierta manera el voto de los escasos habitantes rurales que, por otra serie de cuestiones (entre ellas nuevamente el éxodo rural), tienden a ser también mayoritariamente grupos de edad avanzados, es decir conservadores por partida doble. Por tanto, en contrapartida, el voto progresista se convierte en parcialmente ineficiente al estar menos desperdigado.

Fuente: http://despuesnohaynada.blogspot.com

No hay menos oxígeno en el Everest…

En realidad, no es que haya menos oxígeno. El porcentaje de este gas en el aire permanece constante en toda la atmósfera: sea al nivel del mar o en las cimas de las montañas, siempre es del 21%.

Lo que ocurre es que cuanto más alto ascendemos, menos masa de aire tenemos encima de la cabeza y, por tanto, menos presión, que es la fuerza que necesitan los pulmones para poder absorber ese aire – y con él, el oxígeno– a través de la tráquea.

En la cima del Everest, situada a 8.848 metros de altitud sobre el nivel del mar, la presión es de 0,33 atmósferas, dos tercios menos que en la costa, donde la presión atmosférica es de 1 atmósfera.

En esas condiciones, el aire apenas entra en los pulmones, y los alvéolos no reciben el oxígeno que precisan para incorporarlo al torrente sanguíneo y suministrarlo a los músculos y a los otros órganos del cuerpo. Esa carencia es la que produce el famoso mal de altura, que a partir de los 2.500-3.000 metros de altitud se traduce para muchas personas en cansancio extremo, dolor de cabeza, mareos, digestión lenta, náuseas, taquicardia y, en los casos más graves, edema pulmonar y hasta infarto de miocardio.

Por eso, la mayoría de los alpinistas que suben ochomiles utilizan botellas de oxígeno suplementario. Además, antes de atacar la cima pasan unas semanas de aclimatación entre 3.000 y 6.000 metros. De esa forma, el cuerpo aumenta la producción de hemoglobina, la proteína que transporta el oxígeno desde los pulmones hasta los tejidos a través de los glóbulos rojos.

Una adaptación hematológica completa a una gran altitud se consigue cuando el incremento de eritrocitos llega a su clímax y se detiene. Después de esto, la persona situada en altitudes extremas (5500 m) es capaz de realizar actividades físicas como si estuviera a nivel del mar. El periodo de completa adaptación se calcula multiplicando la altitud en kilómetros por 11.4 días. Por ejemplo para adaptarse a 4000 m de altitud se requieren aproximadamente 46 días. De cualquier modo, ningún periodo de adaptación permite a humanos vivir permanentemente por encima de los 5950 m.

Como caso excepcional es digno nombrar a Babu Chiri Sherpa, quien la noche del 6 al 7 de Mayo de 1999 hizo el vivac más alto de la historia, permaneciendo hasta veintiuna horas en la cima más alta del planeta sin aporte alguno de oxígeno suplementario, después de haber subido diez ocasiones al punto más elevado de la Tierra hasta por cuatro rutas diferentes. Falleció, irónicamente, en 2001 al caer en una grieta cerca del campo 2.

Fuentes:

Deshidratación de altura…

¿Por qué nos deshidratamos más caminando por la montaña que por la playa? Vale, la respuesta obvia es… ¡porque en la montaña no hay cuestas! Pero, ¿qué otras razones existen para este inconveniente que puede contribuir a los síntomas del mal de altura?

  • A mayor altura la humedad del ambiente es menor. Esto significa que el aire es más seco y si lo respiramos nos estará quitando más humedad, es decir, no nos aportará la humedad que necesitamos y tendremos que producirla nosotros mismos lo que implica una mayor deshidratación, solo por respirar.
  • A mayor altura menor cantidad de oxígeno disponible, por lo que nos costará más obtenerlo cada vez que inhalemos. Esto hará que respiremos más rápido para tratar de compensar la falta de oxígeno.
  • A mayor altitud menor temperatura y mayor será la velocidad del viento, esto se traduce a una menor sensación térmica con lo que se siente más frío y el cuerpo utiliza sus reservas energéticas para generar calor, el cual se pierde rápidamente. Este mayor esfuerzo se traduce en transpiración, es decir, una mayor deshidratación por sudoración.
  • La sudoración también puede producirse porque al iniciar un trayecto se está muy cubierto de ropa, el cuerpo se va calentando con la actividad física y aunque ya se está caliente no se retiran algunas prendas para permitir que el cuerpo respire.
  • Por último, se produce una pérdida acelerada de agua en forma de vapor debido a la altitud, ya que el agua se evapora a menor temperatura: En la altura, la presión atmosférica es menor, y a menor presión atmosférica, menor es la temperatura necesaria para alcanzar el punto de ebullición del agua. Entonces, el agua se evapora antes.

Fuentes: