Rocas espaciales…

Un año más han llegado las Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo para llenar nuestros cielos de estrellas fugaces. Históricamente a las lluvias de estrellas se les ha dotado de un halo romántico, de mitos y leyendas que mezclan la ciencia y la cultura popular. Pero, analizándolas desde un punto de vista más objetivo y rompiendo un poco la magia que las rodea, las estrellas fugaces no son más que partículas que chocan contra nuestra atmósfera y se incineran. ¿Sabéis cómo se denomina a esas partículas? Veamos la siguiente infografía:

Asteroides

Aquí vamos a encontrarnos con un objeto rocoso, carbonáceo o metálico que presenta un tamaño menor al de un planeta (entre 1000 km y decenas de metros). En el sistema solar, la mayoría de ellos proceden del conocido como cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter y orbitan alrededor del sol en órbitas inferiores a las de Neptuno.

Continue reading «Rocas espaciales…»

¿Por qué se quieren las personas?

Seguro que en más de una ocasión nos hemos preguntado cómo gustar a alguien; qué nos hace atractivos a ojos de otros. La psicología social es la disciplina que nace del estudio de los pensamientos y comportamientos de las personas, fruto de su interacción con otros; es decir, la que estudia cómo respondemos a lo que otro individuo hace. Dentro de este marco, encontramos las interacciones sociales que se dan en el desarrollo de una relación entre dos personas y los fundamentos que sustentan el éxito o fracaso de ese vínculo emocional.

Un clásico: los piropos

El gustar a los demás, demostró ser una preocupación mayúscula para muchas personas cuando el libro de Dale Carnegie, Cómo ganar amigos e influir a la gente se convirtió en uno de los mayores best-seller de la historia.

Para empezar de una forma sencilla: ¿cuál es el método más comúnmente utilizado cuando queremos gustar? La amabilidad. Cuando somos agradables con alguien, estamos expresando nuestro interés y conformidad para crear un vínculo satisfactorio, independientemente de su finalidad. Con tónica general, preferimos complicidad a competición y halagos a críticas. ¿Cuál es el motivo real que nos lleva a esta predisposición de rasgos considerados socialmente como positivos? La mayor recompensa con el menor esfuerzo.

Un elogio, a efectos prácticos, es una recompensa. Cuando se nos halaga se nos está diciendo que hacemos las cosas bien, se resaltan nuestras virtudes y esto actúa como un refuerzo positivo agradable, que nos invita a seguir por ese camino. Si nos hemos preparado para ir a una fiesta elegante y se nos felicita por nuestra apariencia, se nos recompensa por el esfuerzo y esto nos incita a repetir el proceso. Por el contrario, una crítica, tendría el efecto inverso.

Paralelamente, es este el motivo por el cual solemos juntarnos a personas afines a nosotros. La afinidad entre dos individuos aumenta la probabilidad de una reafirmación conductual mutua. Si tenemos el mismo punto de vista con respecto a un tema, es más probable que se nos recompense mediante halagos por nuestra opinión, que si nuestra postura es contraria a la del otro. Este halago actúa como un gesto de conformidad, de aceptación social, nos da la sensación de que tenemos razón y que hacemos bien en actuar como lo hacemos y el efecto gratificador resultante actúa como recompensa. Es por esto que muchas veces decimos lo que no pensamos para agradar o bien callamos si sabemos que, de no hacerlo, seremos objeto de críticas.

Sin embargo, existen excepciones respecto a esto. Harold Sigall realizó varias investigaciones en los años 70 sobre los efectos de la conversión de los individuos. Cuando un individuo se encuentra firmemente convencido de sus ideales, prefiere acercarse a individuos que discrepen con su forma de pensar. La satisfacción resultante de convertir a alguien que discrepe en alguien que coincida con sus ideas, supera cualquier posible animadversión a la postura contrario del otro.

Más no es mejor

Si ponemos por base lo anterior, lo lógico sería pensar que los piropos son herramientas imprescindibles para crear lazos afectivos, pero esto puede ser un arma de doble filo. Si no hacemos un uso eficiente y nos excedemos con los halagos, podríamos obtener un efecto contraproducente.

Continue reading «¿Por qué se quieren las personas?»

Emigrante…

Han cerrado la pequeña tienda de fotocopias que había cerca de mi casa. Era un lugar curioso, que frecuenté bastante en mis primeros meses uruguayos, cuando para regularizar nuestra situación y convalidar el título precisábamos de toneladas de documentos. El propietario era un tipo bastante peculiar, ni joven ni viejo, callado y con una cierta querencia por todo lo británico. Así, la tienda estaba decorada con banderas de Inglaterra, fotografías del Big Ben y anuncios en inglés: todo bastante bizarro.

Un día, tras hacerme cinco copias del pasaporte, me dijo «ah, sos español» y, cuando me preparaba para la pregunta inevitable («¿Por qué Uruguay?«), me dijo que su abuelo también lo era así que, hasta cierto punto, éramos compatriotas. Como en este país lo extraordinario es conocer a alguien que no tenga antepasados que emigrasen desde España -o Galicia, para ser más exactos- no le dí mayor importancia. Mientras guardaba las hojas en una carpeta, le pregunte si sabía de dónde había venido su abuelo. «Del puerto de Ferrol, allá por el año 1936«. Sería bastante joven, entonces, le respondí. Si él tenía más o menos unos cuarenta años, su abuelo tendría que haber sido prácticamente un niño. «Si, si, el abuelo vino para acá con 13 o 14 años. Y vino solo, después de que mataran a su hermano y a su padre«.

Me quedé helado. Uruguay había vivido nuestra guerra civil de manera intensa, ya que la enorme colonia española se volcó, en general, con la República. Hubo centenares de comités de apoyo, se hicieron manifestaciones e incluso llegó a montarse una liga de fútbol con equipos llamados «Miaja C.F» o «Azaña». Un pequeño grupo de uruguayos fueron a España para combatir con el ejército republicano y cuando el ejército franquista ganó la guerra, la dictadura renunció a controlar las decenas de casas regionales españolas en Uruguay (en su mayoría abiertamente prodemocráticas) y procedió a fundar otras tantas ideológicamente afines. Por eso, hoy en día, existen dos centros asturianos -por poner un ejemplo- y, aunque el paso del tiempo y la avanzada edad de sus integrantes han hecho mucho por adormecer las tensiones, todavía sigue habiendo resquemores y heridas mal cerradas.

Sin embargo, a pesar del impacto de la guerra civil, no hubo un flujo considerable de refugiados españoles en Uruguay. La guerra coincidió con la dictadura de Gabriel Terra, cuyo gobierno reconoció el régimen franquista desde el minuto uno (a pesar de que este no tuvo empacho en fusilar al cónsul uruguayo en Palma de Mallorca) y, tras el colapso del Ejército Popular republicano, la inmensa mayoría de quienes pudieron escapar de la feroz represión aplicada por los vencedores eligieron México. Un día, por cierto, habría que hacerle un monumento en cada plaza al general Lázaro Cárdenas y al pueblo mexicano en general, que no tuvieron el menor problema en acoger a decenas de miles de personas y darles todas las facilidades posibles para que rehicieran sus vidas al otro lado del mar, pero esa es otra historia.

Así que la peripecia del abuelo del señor de la tienda de fotocopias era interesante. Dejé las cosas sobre el mostrador y le pedí que me contase con detalle la historia. «No sé mucho más«, se disculpó. «Déjeme preguntar a mis tíos y la semana que viene te cuento«. Le dí las gracias y, como suele ocurrir, me olvide totalmente del asunto. Pasó un mes y, cuando volví a entrar en la tienda, el señor de las fotocopias me recibió con una sonrisa. «Tengo la historia«, me dijo. «Si tenés cinco minutos, te la cuento«. Me costó un poco darme cuenta de a qué se refería, pero entonces añadió algo que captó inmediatamente mi atención: «A mi abuelo le salvaron la vida unos marineros anarquistas ingleses«. Me apoyé contra el mostrador y él empezó a contar una historia alucinante que transcribo aquí tal y como él me la relató:

———————————-

«No sé mucho de mi familia. Mi abuelo vino sin nada y pasó mucho tiempo sin que hablase de su historia. Lo que he hecho ha sido como armar un rompecabezas: su papá y su hermano mayor trabajaban en el puerto o en los astilleros, probablemente como estibadores o algo parecido. Su madre, mi bisabuela, debió morir al poco de nacer mi abuelo. Eran militantes del sindicato anarquista (la CNT) y, al menos mi bisabuelo, era bastante activo políticamente, en una época de bastante tensión, con muchas huelgas y enfrentamientos con la policía. Cuando estalló la sublevación la represión fue muy grande. Ferrol tenía una masa de trabajadores portuarios, entre ellos mi bisabuelo y su hijo mayor y el ejército fusiló a mucha gente. A mi abuelo lo detuvieron en su casa. Tenía 13 o 14 años y se lo llevaron junto a su hermano mayor, que tendría 17 0 18. Su padre, mi bisabuelo, había desaparecido el día anterior: parece que fue el mismo día de la sublevación, fue al puerto a organizar la huelga revolucionaria que, durante tres o cuatro días, tuvo a los militares en jaque  y no lo volvieron a ver. 

Continue reading «Emigrante…»