Vía pamoga.blogspot.com nos llega este interesante artículo acerca de los medios de comunicación y su influencia en la política, tomando como ejemplo el funcionamiento de la maquinaria en el caso de la caída de Felipe González del poder:
En 1993, después de que, contra todo pronóstico Felipe González ganara las elecciones generales por casi un millón de votos, un nutrido grupo de periodistas, entre ellos Luís María Anson (entonces director del diario ABC y más tarde fundador de La Razón), deciden que es necesario utilizar todos los medios posibles para echar a Felipe del poder. En 1998, Ansón confesaba a la revista Tiempo:
«González bloqueaba algo vital en una democracia: la alternancia. Si llega a ganar las elecciones del 96, con la bonanza económica no hubiera habido quien lo echase hasta el 2004. No salimos de 40 años de Franco para entrar en 30 años de González.»
Y es que según Ansón, la única forma de poder echar a Felipe González era una campaña de acoso y derribo en toda regla. En sus propias palabras:
«La capacidad de comunicación, la fuerza política, la habilidad extraordinaria que tuvo siempre González, hizo darse cuenta a muchas personas que era preciso que concluyera su etapa. Como los ataques a González, muy fuertes en el 92-93, no terminaron con él, (…) vimos que era necesario elevar el listón de la crítica. Entonces se buscó ese mundo de las irregularidades, de la corrupción… No había otra manera de quebrantar a González.»
En aquel grupo de periodistas, que se hicieron llamar «Plataforma de Defensa del Derecho a la Información de los Ciudadanos», estaban representados los directores de los principales diarios de derechas españoles. Ansón contaba en 1998:
«Nos reuníamos, generalmente en mi despacho, el director de El Independiente, Pablo Sebastián; José Luís Gutiérrez, de Diario 16; el director general de Antena 3, Manuel Martín Ferrand; el de Informativos de Antena 3 Radio, Antonio Herrero; el de El Mundo, Pedro J. Ramírez.»
El objetivo de estas reuniones era planear la estrategia periodística para erosionar al gobierno y acabar con González. Confesaba de nuevo Ansón en el 98:
«Había que terminar con Felipe González, ésa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado. Eso es verdad. Tenía razón González cuando denunció ese peligro…, pero era la única forma de sacarlo de ahí.»
Este grupo de periodistas fueron los que se dedicaron a crear el clima de crispación que acompañó a González en su última legislatura. Se trataba de crear un continuo de noticias buscando entre los trapos sucios de cualquier persona relacionada con el partido socialista, e inmediatamente implicar directamente a Felipe González en dicho asunto. Desde los medios se presionaba a los jueces para crear la mayor erosión posible. El propio Ansón en el 98 cuando le preguntaban si se había presionado a los jueces respondía sin tapujos:
«Sin duda, por reflexión o instinto, los medios reaccionaron atizando algunas situaciones. Ése fue el caso de los conflictos y el papel de la justicia. Al atizar el fuego en ese sector se favorecía la erosión de González… Así que se hizo. Fue una operación de acoso y derribo. Algunos lo hicimos desde el convencimiento honesto de que era un servicio al sistema democrático. (…) Desde una labor crítica normal no se conseguía desalojar a González del poder.«
¿Pero se trataba esto de una simple campaña mediática organizada por ese grupo de periodistas? No, en unas declaraciones posteriores Ansón afirmaba que:
«la operación de acoso y derribo (…) fue, naturalmente, una operación del partido de la oposición»
de hecho, se supo que Francisco Álvarez Cascos acudió a varias de esas reuniones, incluida la del 4 de Julio de 1995 menos de un año antes de las elecciones. Ansón, también implicó en esta operación a algunos medios financieros afines a la derecha española, y con muchos intereses en ver subir a Aznar al poder.
No solo el PP estaba interesado en hacer desaparecer a González del mapa político. El entonces presidente de Izquierda Unida Julio Anguita, creía necesaria la caída de González para llevar a cabo lo que él denominaba la estrategia de «sorpasso», que convertiría a Izquierda Unida en el partido de izquierdas dominante. La estrategia de erosión al PSOE podría ocasionar la subida de la derecha a corto plazo, pero Anguita creía que a largo plazo le permitiría captar a todos los votantes del PSOE. Por ello Anguita se une a la campaña del PP de acoso y derribo al gobierno, formando la llamada «pinza» PP-IU al PSOE.
En 1996, tras conseguir mediante esta campaña de acoso y derribo la convocatoria de elecciones anticipadas, Felipe González pierde las elecciones por 291.000 votos. El resultado más ajustado de la historia de España. El propio Ansón reconocía en el 98:
«Aun así, perdió las elecciones por menos de 300.000 votos… (…) A pesar de haber lanzado contra él una de las mayores ofensivas que se hayan desencadenado contra un político.»
La estrategia de la pinza proporcionó muy buenos resultados para Anguita en aquellas elecciones, ya que le permitió captar a aquellos votantes de izquierdas desencantados principalmente por la guerra sucia contra el terrorismo. Sin embargo, en 1996, con el PP en el poder, al contrario de lo que esperaban muchos de los votantes de Izquierda Unida, Anguita no abandona la estrategia de la pinza contra el PSOE. Mientras las bases reclamaban una oposición útil a las políticas económicas y sociales de derechas que llevaba a cabo el PP, Anguita se unía a la derecha en la estrategia de la contra-oposición. Era parte de la estrategia de «sorpasso», no bastaba que el PSOE estuviera en la oposición, si IU debía convertirse en la fuerza de izquierda dominante era necesario erosionar al partido de izquierdas mayoritario puesto que no les era posible captar a los votantes de izquierda.
La estrategia de Anguita provoca un creciente malestar tanto en las bases como dentro del partido. En 1997 este malestar se manifiesta en la escisión de la llamada corriente Nueva Izquierda, que forma su propio partido. Ese mismo año, parte de Esquerda Unida (la federación gallega) abandona también el partido. Iniciativa per Catalunya, la organización confederada a IU en esta región, se escinde del partido.
En las municipales de 1999 IU cae 1.200.000 votos respecto a las anteriores municipales, y más de 1.300.000 votos respecto a las generales del 96. El número y porcentaje de votantes continúa cayendo en las europeas del 99. La estrategia de «sorpasso» ha fracasado, los votantes de IU, desencantados con la labor de Anguita piden un nuevo líder. En 1999, Anguita renuncia a la candidatura a las generales después de varios episodios cardiovasculares. El propio Anguita reconocía en el 2004 que su salida tuvo más que ver con la falta de apoyos dentro del partido que con su salud. Durante su última legislatura Julio Anguita había sido el mejor anti-felipista, y se había preocupado más de atacar al PSOE que de defender políticas de izquierdas en medio del ataque salvaje a los servicios sociales que sufrió España en aquella legislatura. El daño que causó Anguita a la credibilidad del partido lo sigue pagando IU hoy en día.
Felipe González en la noche electoral del 96, se despedía de sus votantes, con aquella frase que se quedó para siempre en mi memoria:
«Hemos sido dulcemente derrotados, pero volveremos…»
Yo tenía 15 años, y ya hacía algunos años que discutía sobre política española e internacional con algunos de mis amigos. Lo que no podía entender entonces era las consecuencias a largo plazo que tendría el éxito de aquella campaña. El Partido Popular se dio cuenta del poder de los medios de comunicación, y de la necesidad de mantenerlos bajo control. Por eso, a las pocas semanas de tomar el gobierno, inicia la guerra contra PRISA.
Comenzó manifestándose con la llamada guerra de los decodificadores, por la que el gobierno forzó la creación de Vía Digital como plataforma alternativa a Canal Satélite Digital. Como era de esperar Vía Digital fracasó, probando falsas las declaraciones de Cascos asegurando que existía un mercado más que suficiente para ambas. Los ataques continuaron con los derechos deportivos, para lo que el gobierno a través de Cascos creó un decreto ley (la llamada «ley de interés general») que jamás ha vuelto a ser aplicado, y que impedía a PRISA retransmitir en exclusiva los partidos de liga. Finalmente, la campaña orquestada por el PP tuvo su colofón con el caso del juez Gómez de Liaño, apoyado por la fiscalía del estado, que acusa a Polanco de estafa y apropiación indebida de 23.000 millones de pesetas. Finalmente, la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional desautorizó hasta en 7 ocasiones las actuaciones de Gómez de Liaño, y demostró que jamás existió estafa. En 1998 el Tribunal Supremo procesa y condena a Liaño por prevaricación (esto es, dictar a sabiendas una resolución injusta) y lo inhabilita como juez. Sin embargo, José María Aznar, en pago por los servicios prestados, indulta a Liaño en el año 2000. Cabe preguntarse qué es de la separación de poderes cuando el presidente del gobierno tiene el poder del indulto.
Poco importaba ya que las sentencias hubiesen dado la razón a PRISA, el daño ya estaba hecho. Esta es la segunda gran consecuencia del éxito de la campaña de acoso y derribo a González en el 96. Ya no es necesario contar con la verdad, basta con contar con los medios de comunicación.
A pesar de los 3 años de campaña de ataques a González entre el 93 y el 96, así como las posteriores durante la primera legislatura de Aznar, a pesar de las conocidas investigaciones de Pedro J., y de lo que Ansón denominaba «se buscó ese mundo de las irregularidades, de la corrupción…», Felipe González jamás ha sido acusado ante un tribunal de ni un solo delito. Y sin embargo, como se puede leer en los comentarios del post anterior, basta mencionar su nombre para que sea acusado personalmente de todos los casos de corrupción que ocurrieron en aquellos 14 años. Éste es el autentico poder de los medios.