Aceite de oliva…

Todos nosotros somos capaces de disfrutar de un buen aceite de oliva virgen extra en una tostada de pan por la mañana o en una ensalada, pero ¿qué significa realmente “virgen extra”? ¿hay tanta diferencia con un aceite de oliva que sea solo “virgen”?

El aceite de oliva representa el zumo de las aceitunas u olivas maduras (de 6 a 8 meses de edad), recolectadas a finales de otoño-principios de invierno, pues la pulpa de estos frutos es aceite en una tercera parte. Esta grasa vegetal se obtiene simplemente por presión, en unas instalaciones conocidas como almazaras, del árabe al-mas’sara (exprimir, extraer).

Una vez obtenidos los aceites, deben clasificarse en las diferentes categorías existentes. De esta forma, el “aceite de oliva virgen extra” (AOVE) sería aquel de mayor calidad, obtenido por medios únicamente mecánicos, con sabor y olor sin ningún tipo de defecto, y con un grado de acidez inferior a 0,8º. Posteriormente, el “aceite de oliva virgen” sería aquel que presenta defectos en aroma y sabor, pero que no son perceptibles por consumidores normales, además, su grado de acidez puede alcanzar los 2º.

Cuando los aceites no cumplen ninguno de los requisitos para ser clasificados en las categorías anteriores, principalmente por su elevado grado de acidez, deben ser refinados mediante procesos térmicos, físicos y químicos, obteniendo el denominado como aceite lampante (ya que era utilizado como combustible para lámparas) el cual no puede venderse al consumidor, al no tener color (es blanco) ni sabor. Para poder comercializarse debe mezclarse con aceites de la categoría virgen, obteniendo el denominado como “aceite de oliva”, con un grado de acidez inferior a 1º. Una metodología similar (mezcla con aceite de oliva virgen) se realiza para la obtención del denominado “aceite de orujo de oliva” que serían aceites refinados obtenidos a partir del “hueso”, la piel y la pulpa de las aceitunas tras obtener los otros aceites, y tras un proceso de extracción químico-físico.

A nivel nutricional, el aceite de oliva virgen y virgen extra ha sido durante siglos ampliamente utilizado en la dieta mediterránea con importantes beneficios para la salud de sus consumidores. Esto es debido a su contenido en grasas monoinsaturadas (reducen los niveles de colesterol “malo”), vitamina E y fenoles (potentes antioxidantes), vitamina A (visión y sistema inmune), D (huesos) y K (coagulación sanguínea), además de que, en la fritura, penetra muy poco en el alimento. Por lo tanto, el consumo de aceite de oliva favorece la absorción de minerales (calcio, fósforo, etc.), facilita el tránsito intestinal, previene enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y controla la presión arterial.

Pero el aceite de oliva tiene, además, otros usos aparte de los culinarios. Es utilizado como conservante debido a su elevado contenido en antioxidantes, en cosmética para proteger la piel y favorecer su regeneración o en la fabricación de jabones.

A nivel mundial, el mayor productor de aceite de oliva es España, alcanzando prácticamente la mitad de la producción total, la cual es realizada en más del 95% en el área mediterránea. Dentro de nuestro territorio existen 32 Denominaciones de Origen Protegidas (DOP), encontrándonos con 12 únicamente en el territorio de Andalucía, región mayor productora de aceite de oliva en todo el mundo.

Pero no es oro todo lo que reluce… Las diferencias en los precios de los aceites clasificados en las diversas categorías hacen que existan marcas que etiquetan sus productos en categorías muy superiores, aún sin alcanzar los estándares fijados. Esto es debido a la incapacidad del consumidor de captar las diferencias entre un aceite de oliva virgen y un AOVE, pues sensorialmente requiere de un entrenamiento muy exhaustivo. Además, nadie tiene en sus casas un medidor de ácidos grasos libres, para poder conocer el grado de acidez del aceite que compra.

Los beneficios para la salud del consumo del AOVE y del aceite de oliva virgen son ampliamente conocidos desde la antigüedad, aunque diferenciar entre ambas categorías es algo de suma dificultad para el ciudadano de a pie. Conocer los diferentes tipos de aceites podrá ayudarnos en la elección de compra de unos u otros, fijándonos exhaustivamente en la categoría de su etiqueta.

Fuente: https://naukas.com

El miedo al silencio…

Entre los hombres más afortunados del mundo, están quienes saben convivir con el silencio. Cuando nuestra mente deja de estar ocupada en lo inmediato y no tiene cerca ningún estímulo que la distraiga, el silencio se convierte en el espejo más fiel de nuestro interior. Refleja a nuestros peores fantasmas, nuestro vacío y la eternidad de los minutos cuando no hay nada que los llene o, peor aún, están llenos de oscuridad.

Si algo abunda en nuestra sociedad, son los juguetes rotos. Los hay de todos los tipos, formas y tamaños. El tiburón que no supo morder lo bastante fuerte y fue desterrado de su manada. La muñeca que quiso tocar la luna a fuerza de complacer a un águila para que aceptase llevarle allí, pero terminó presa en su oscuro nido. El robot programado para repetir un mismo movimiento hasta el infinito, y oxidado de tanto hacerlo. Todos ellos sienten terror ante el silencio.

Están quienes temen el silencio porque han sido educados para vivir en el ruido, a depender totalmente de las luces y sonidos artificiales que les rodean y ser incapaces de crear nada por sí mismos. Y están quienes temen al silencio porque les recuerda todas las pérdidas, humillaciones, años malgastados y miserias de toda índole que han padecido durante su existencia. A veces, estas personas están dispuestas a lo que sea por no escuchar el silencio. Incluso a autodestruirse lentamente. En otras ocasiones, el silencio es preludio de la muerte porque hay quien prefiere morir a soportarlo.

Y luego están quienes aprovechan el silencio para reproducir melodías en su mente. Para disfrutar del sonido de la brisa, relajar su cuerpo y sentir la paz. Para dejar volar su espíritu y crear ideas, belleza y arte. Para seguir amueblando su cabeza y reflexionar sobre quiénes son y hacia dónde quieren ir.

Una de las cosas más estúpidas que hacemos los seres humanos es emplear lustros en seguir un camino, pero no dedicar un segundo a reflexionar si ése es el que deseamos. La inercia provoca que millones de vidas se malogren. Y el silencio nos lo recuerda. Por eso le tememos tanto. Pero ninguna persona que sea incapaz de convivir con él podrá ser feliz. Tener un mundo interior lo suficientemente rico como para llenar los momentos de soledad es la clave para construir relaciones sociales sanas. Quien no sabe estar solo, es esclavo de la compañía de otros, del ruido y del vacío.

Miles de años de pensamiento y arte, y un mundo lleno de maravillas naturales, deberían ser suficientes para llenar cualquier mente y dar plenitud a cualquier vida. La sabiduría de tantos pensadores del pasado debería ser un punto de partida lo bastante sólido para que cada cual decida su camino y aprenda a guiarse. Y el silencio debería ser el contexto ideal para saborearlos. Pero los hombres libres no encajan con el modelo de sumiso productor que quieren los de arriba. Por eso nos enseñan a temer el silencio.

Fuente: https://www.meneame.net