El ex vicepresidente de EEUU, Al Gore ha sido uno de los ganadores del Premio Nobel de la Paz 2007, «por sus esfuerzos por construir y divulgar un mayor conocimiento sobre el cambio climático«. Al Comité Nobel le habrán ocurrido dos males para cometer tal decisión. El no encontrar en su lista de candidatos a ningún verdadero defensor de la paz, y desconocer el currículo del ex vicepresindente. Pues, Al Gore no es ni hombre de Paz ni un aspirante a salvar la tierra con su visión ecologista.
En cuanto pacifista, solo hay que recordar que la administración Clinton-Gore bombardeó Yugoslavia, Albania, Sudán, Afganistán, Irak, Haití, Zaire, y Liberia, utilizó toda clase de municiones destructivas incluidos proyectiles que contenían uranio empobrecido, causando la muerte de decenas de miles de civiles y de paso provoco irreparables daños ambientales cuyos efectos perduraran cientos de años en sus tierras, aires, y aguas.
El honorable Comité debería saber, por otro lado, que el actual héroe del ecologismo cuando entre 1993 y 2000 era vicepresidente del país más contaminador del mundo, a la vez que se había hecho cargo de todos los asuntos ambientales, domésticos e internacionales de su país, se negó a firmar el Protocolo de Kyoto, acuerdo internacional para reducir las emisiones de gases que causan el calentamiento del planeta.
En su documental, oculta la verdad cuando afirma que ‘Somos todos responsables‘. No dice que en realidad el 20 por ciento de la humanidad, principalmente las multinacionales, comete el 80 por ciento de las agresiones contra el medio ambiente, o que el consumo de energía de un ciudadano medio del Primero Mundo es 70 veces más que uno en los países en desarrollo. ¡En la propia casa de Al Gore se consume 20 veces más energía que en la de una familia media norteamericana!.
Otro de las perlas de la batalla del ex vicepresidente es su defensa de los agrocombustibles, o cultivos energéticos como medida para reducir la contaminación de la atmósfera. Que el maíz y la soja sustituyan a los cultivos de patatas y arroz alimentos básicos de cientos de millones de pobres del planeta, y por consiguiente poniendo fin a la seguridad alimentaria.
La actual campaña por producción de los monocultivos de materia prima para biocombustible ya está causando desertificación de grandes superficies, destruyendo bosques, pastizales y tierra de cultivos tradicionales en Latinoamérica (Argentina, en Brasil y Bolivia), Asia y África para alimentar a los «eco» coches. Una deforestación que aumentará las emisiones de gases de invernadero por el drenaje de suelos y la agricultura intensiva, y justamente acelerará el calentamiento global.
Detrás de todo se esconden los intereses de las multinacionales del agronegocio de biocombustibles.
Fuente: http://kaosenlared.net