Rudolf Kazarian…

Hace 30 años, cuando los armenios aún estaban paralizados por la conmoción tras uno de los terremotos más devastadores del siglo XX, Rudolf Kazarian, jefe del servicio penitenciario local, tomó la arriesgada decisión de autorizar a unos doscientos cincuenta presos a salir de la cárcel en busca de sus seres queridos.

“Tengo que hacerlo, no puedo dejarles encerrados”, dijo Kazarian tras el violento sismo, cuyo trigésimo aniversario se conmemora este viernes y que dejó más de 25.000 muertos y 140.000 heridos graves.

La iniciativa del funcionario de conceder un permiso temporal a 248 reclusos originarios de las zonas afectadas por el desastre no encontró comprensión en Moscú, pues los dirigentes soviéticos no la veían viable e instaron al funcionario armenio a no pecar de ingenuidad.

“Le decían que no lo hiciera, que era ingenuo pensar que en el caos que reinaba en el país los reos, especialmente los reincidentes, iban a volver a la cárcel por su cuenta”, recuerda en una conversación con Efe el hijo del coronel armenio, Arsén Kazarian.

Sin embargo, el militar estaba decidido: los presidiarios tenían que salir para despedirse de sus seres queridos, cuya vida se truncó aquel trágico diciembre.

El gesto sin precedentes aplacó las tensiones que se cocían dentro de algunos penales y que amenazaban con causar nuevas víctimas entre el sufrido pueblo, pues en una cárcel un guardia ya había empleado su arma reglamentaria para frustrar el intento de fuga de un preso que quería reunirse con sus familiares.

Kazarian no quería esperar más. Aceleró todos los trámites, firmó los papeles necesarios y los 248 reos, entre ellos varios condenados por delitos graves, pudieron abandonar los centros penitenciarios.

Más tarde, al llegar a casa, el coronel pidió perdón a su mujer y sus hijos.

“Nos reunió a todos y nos pidió perdón. Dijo que no sabía qué le iba a pasar y que nos podían declarar hijos de un enemigo del pueblo. Luego nos mandó a casa de un amigo”, rememora Arsén, quien señala que su padre era muy consciente de que su vida y el futuro de su familia estaban en aquel momento en manos de esas 248 personas.

“Apenas durmió durante estos días, no paraba de dar vueltas por la casa durante la noche y por la mañana muy temprano se marchaba a trabajar”, dice la viuda de Kazarian, Aída.

Contrariamente a todos los pronósticos, los presos no le defraudaron.

“Había muchas dudas sobre cómo se iban a comportar en libertad, si iban a merodear o actuar de forma indecente. Pero nadie me falló. He aquí un documento que lo certifica”, dijo el coronel en una entrevista con el diario “Komsomólskaya Pravda” poco después del terremoto.

Tanto es así que uno de los reclusos destacó incluso por su conducta ejemplar al devolver al Gobierno el dinero de una caja de ahorros, hallado entre los escombros de la entonces Leninagán.

Bajo el título “Los cinco días del coronel Kazarian” el rotativo de mayor tirada en la URSS dedicó un homenaje al militar armenio, donde incluyó el testimonio de uno de los 248 reclusos.

Leva Martirosian, con cuatro condenas a sus espaldas, ocupó esos cinco días en buscar a su hijo, cuyo rastro se perdió en Leninakan (actual Gyumrí), la segunda ciudad más afectada por el terremoto.

Tras finalizar el plazo, el recluso regresó al penal sin haber podido dar con él.

Un día después, un féretro con el cuerpo de su hijo llegó al puesto de control de la cárcel, lo que permitió a Martirosian despedirse de su hijo, según el periódico.

Después de la publicación del artículo, Kazarian comenzó a recibir cartas de todos los rincones de la Unión Soviética.

“Usted ha llevado a cabo un experimento extraordinario que ha cambiado la forma en que vemos las cosas. Los especialistas estudiarán lo que yo llamaría ‘el fenómeno de Kazarian’”, rezaba uno de los telegramas, fechado en la ciudad rusa de Vladivostok.

Kazarian, que murió en 2009 a los 70 años, siguió dirigiendo los servicios penitenciarios varios años más después del cataclismo.

Fuente: www.diarioarmenia.org.ar

Por encima de las ideologías están las personas…

«Nunca pensé que fuera a decirle algo así a alguien y menos a un diputado del PP, pero creo que lo vamos a echar de menos». Con esas palabras anunció Alberto Rodríguez, parlamentario de Podemos por Canarias, que pretendía homenajear a uno de sus compañeros en el Congreso, Alfonso Candón. Aunque este fuese del grupo totalmente contrario al suyo. «Le voy a decir algo, que creo que es de las cosas más bonitas que se le pueden decir a alguien y es que es usted una buena persona», señaló Rodríguez entre los aplausos del resto de parlamentarios.

 

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Constitución…

Las constituciones de los diversos Estados del mundo, establecen un catálogo de derechos básicos del ciudadano que, dependiendo de cada texto constitucional, podrán incluir libertades individuales y derechos políticos o, también, derechos sociales como la vivienda, pensiones y salarios dignos o la atención sanitaria pública. Pues bien, en la generalidad de constituciones estos derechos tienen idéntico rango y la misma protección. No hay derechos de primera y de segunda, sino que su consagración en la constitución los coloca en lo más alto, a igual nivel.

La Constitución Española es una excepción. Aquí tenemos los llamados «derechos fundamentales» que se incluyen en la Sección Primera del Capítulo Segundo del Título Primero, y que abarcan las clásicas libertades individuales (asociación, reunión, libertad religiosa…). Estos derechos gozan de la máxima protección, pudiendo ser esgrimidos ante el Tribunal Constitucional por los ciudadanos mediante el recurso de amparo, cuyo objeto es reclamar su protección cuando son violados. Y luego tenemos los derechos sociales, que se ubican en el Capítulo Tercero, llamado «de los principios rectores de la política social y económica». Estos derechos (como la sanidad o la vivienda digna) están en el papel, pero los ciudadanos no gozamos de vías para exigir su respeto ante los tribunales (solamente si los políticos se dignan a desarrollarlos en leyes, podremos reclamar su cumplimiento pero tomando como base el desarrollo del derecho que haga el texto de la ley, aunque sea miserable). De este modo, el poder político puede darles el «desarrollo» que considere oportuno, aunque ésta sea tan ínfimo que implique una negación del contenido esencial del derecho. No hay forma legal de obligarles a que lo respeten.

¿Qué sentido tiene establecer derechos de primera y de segunda, convirtiendo a éstos últimos en papel mojado porque no hay forma de forzar su respeto? Trilerismo político. Cuando se redactó la Constitución, había que contentar a la izquierda, pero sin comprometer el bolsillo de los más ricos. Las declaraciones huecas son ideales para ello, y a nuestros políticos les encantan. Poner sobre el papel grandes objetivos y principios, dándoles a la vez una redacción que impida a los ciudadanos forzar que se cumplan, es la especialidad de nuestros partidos oficialistas.

Otro detalle de nuestra Constitución es el nulo desarrollo que hace de la democracia participativa. Los ciudadanos no podemos convocar referendums (a diferencia de lo que pasa en Suiza o Italia, donde reuniendo un determinado número de firmas, los ciudadanos pueden forzar la convocatoria de un referendum vinculante). Es más, la Constitución se aprobó mediante referendum, pero (como hemos visto) el parlamento puede modificarla sin consultar al pueblo (como hicieron PP y PSOE por mandato de Merkel) siempre que no toquen apartados especialmente «sensibles» como el referente a la monarquía.

Los españoles tampoco podemos revocar el mandato de nuestros representantes a mitad de legislatura si no cumplen su programa, y la Constitución deja claro que el diputado, una vez electo, es libre de incumplir todos y cada uno de los puntos de su programa durante la legislatura, y los ciudadanos no podrán hacer nada para impedirlo.

Fuente: https://www.meneame.net

Tuppers…

Son las siete de la mañana. Suena el despertador. Solo has dormido seis horas y cuarenta minutos porque ayer te quedaste navegando hasta las doce y pico de la noche. De hecho, esos minutos que existen entre que friegas los platos de la cena y te quedas dormido en la cama son el único instante de placer y gozo que le puedes arrancar al día. Solo estos minutos pueden contener las pasiones que hacen que tu vida valga la pena ser vivida, ahí se encuentran comprimidos tus hobbies, tus proyectos y tus esperanzas. Son solo dos horas, pero son tu vida.

Fuente: https://www.vice.com