¿Qué compañía de luz y gas contratar?

Luz y gasYa están aquí los nuevos contadores «inteligentes», capaces de registrar nuestro consumo en tiempo real. Y con ellos, desde el pasado 1 de octubre, también la tarificación del consumo hora a hora según el precio de la energía. Entonces, nos asalta la duda: ¿qué compañía elegir? Como no queremos que nos engañe el primer comercial de turno, intentemos arrojar algo de claridad al respecto…

1. Comprendiendo el sistema.

1.1 Para recibir la luz hasta nuestra casa entran en juego 2 agentes:

  • 1. La empresa distribuidora o suministradora: quién nos instala el contador:
    • Iberdrola
    • Endesa
    • Gas Natural
    • Viesgo (Eon)
    • EDP
  • 2. El empresa comercializadora: quién nos cobra por la luz que consumimos:
    • Cualquiera de las anteriores + otras muchas como Alcanzia, HolaLuz, SomEnergia, EresEnergia…

*Ejemplo paralelo con el ADSL:

  • Distribuidora o suministradora: La empresa que nos lleva el cable de teléfono hasta casa. Es decir, las empresas grandes como Movistar, Ono, Jazztel…
  • Comercializadora: La empresa que, usando la infraestructura de alguna empresa suministradora, nos ofrece el servicio. Véase Ya.com, Pepephone, MásMovil…

**Y otro ejemplo más, con la telefonía móvil:

  • Distribuidora o suministradora: La empresa propietaria del repetidor. Es decir, Movistar, Orange, Vodafone y Yoigo.
  • Comercializadora: La empresa que, usando los repetidores de las anteriores, nos ofrece el servicio, como por ejemplo Pepephone, HappyMovil, Simyo, DiaMovil…

1.2 ¿Y en el caso del gas?

Las propias empresas distribuidoras o suministradoras son también las comercializadoras:

  • Iberdrola
  • Endesa
  • Gas Natural
  • Viesgo (Eon)
  • EDP

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Plan Bolonia – Estrategia universidad 2015…

Estrategia universidadAlgunas Juntas de Facultad de las universidades públicas han comenzado el curso con una inquietud. La normativa dice que las facultades podrán autorizar o no a que cuatro artículos publicados en revistas “científicas” puedan ser presentados como una tesis doctoral. Como los artículos pueden venir firmados por varios autores, una misma publicación podría equivaler así no a una, sino a seis o siete cuartas partes de una tesis doctoral. Algunos profesores se han rasgado las vestiduras ante lo que consideran un despropósito, recordando cosas muy elementales en el mundo académico de antaño (es decir, en el mundo, digamos, ‘pre-Bolonia’): un doctor es la autoridad académica más alta que existe. La única palabra que en la Universidad vale más que la palabra de un doctor es la palabra de dos o más doctores discutiendo entre sí en público (no en el salón de su casa). Y de hecho, la columna vertebral de una universidad debería ser la continua discusión de los doctores entre sí. Por eso, no se accede al grado de doctor más que enfrentándose a un tribunal de otros cinco doctores, en un acto público en el que puede entrar cualquier ciudadano que pase por ahí. Por mi parte, yo ya estoy hastiado de estrellarme contra una pared intentando argumentar que todas estas cosas tienen sentido -y es más, que si se suprimen se acaba sin más con la esencia de la universidad pública-.

Durante todos los años de lucha contra Bolonia, se demostró que los argumentos de Humboldt o de Hegel no valían un pimiento frente a la estrategia retórica de los reformadores: como las cátedras están corruptas, suprimamos las cátedras (o todas sus funciones); como los tribunales están amañados, suprimamos los tribunales (y con ello el carácter público de las comisiones); como los funcionarios a veces hacen el vago, flexibilicemos la plantilla y generalicemos la precariedad en la Universidad. Por ese camino, las estructuras universitarias se han ido desmoronando y con ellas el presupuesto para mantenerlas, de modo que si este invierno nos quedamos sin calefacción se argumentará que es lógico, porque las tuberías estaban tan corrompidas como las cátedras, los tribunales y los funcionarios. Es repugnante ver que algunos catedráticos, como Félix de Azúa, desde su prestigiosa atalaya mediática, haya aplaudido esta demolición de la Universidad pública argumentando que en ella todo es endogamia, incesto, ignorancia y corrupción (todo menos, curiosamente, el propio Félix de Azúa y algunos otros como él que debieron llegar a catedráticos por derecho divino sin incesto ni endogamia). Eso sin contar con que, encima, ha sido ahí donde nació Podemos. Para gente como Antonio Elorza, habría valido la pena volar todo el campus de Somosaguas con tal de impedir una cosa así.

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Conformismo…

ConformismoDisculpa, pero te he oído mientras hablabas por teléfono. Decías que odias madrugar y que odias tu trabajo. Me parece increíble que te quejes por tener un cómodo empleo de oficina que te permite pagarte la cerveza que te estás tomando y el móvil de última generación por el que estabas hablando. Levantarte a las siete de la mañana para ir a tu oficina a aguantar al imbécil de tu jefe es una suerte, un privilegio, y más con la que está cayendo. No te puedes quejar.

Piensa si no en el treintañero que se ha quedado sin trabajo y tiene que aceptar un puesto en una cadena de comida rápida, sirviendo refrescos aguados y patatas aceitosas a adolescentes cuya porquería tendrá que limpiar. Este chico no trabajará de nueve a cinco en una cómoda mesa, contestando a correos electrónicos mientras escucha música. No, a él le esperan turnos de doce horas durante noches y fines de semana a cambio de una cuarta parte de tu sueldo.

Pero es que él tampoco se puede quejar. Al menos tiene un empleo. ¿Tú sabes la suerte que tenemos los que podemos ir a trabajar cada mañana y dedicar las mejores horas de nuestras vidas a cumplir los sueños del presidente del consejo de administración de nuestra empresa? Piensa en ese matrimonio con dos hijos que lleva más de tres años en paro y que ha perdido su casa. Los cuatro han tenido que ir a vivir con el padre de él y todos subsisten a duras penas con su pensión, que no llega a los 700 euros.

Y tampoco se pueden quejar. Tienen una casa en la que vivir. Agua, luz, algo en la nevera y los niños van a la escuela, donde al menos tienen una comida caliente al día. Hay gente que vive en la calle, durmiendo entre cartones o en cajeros, y pidiendo limosna para gastársela en vino.

Pero ellos tampoco pueden quejarse. Viven en occidente: tienen albergues, pueden recurrir a Cáritas, cuentan con hospitales y, trabajando duro, podrían recuperar la vida que muchas veces han perdido porque les daba la gana, que al fin y al cabo nadie les obligaba a ser alcohólicos o pobres.

Más difícil lo tienen quienes vienen de países africanos en guerra y se juegan la vida en pateras para llegar a nuestro país y buscarse la vida trabajando sin papeles, y eso si tienen suerte y no acaban de vendedores ambulantes o en la cárcel.

Ojo, que estos son los afortunados, los que al menos han podido huir. En su país se han quedado chavales de diecisiete años que tienen que empuñar un rifle y cortarles las manos a sus enemigos con un machete, que lo he leído en el periódico. Imagina. Eso sí que es jodido. Hay muchos tendones en las muñecas. Es mucho trabajo.

Pero ellos tampoco tienen derecho a quejarse. Siguen vivos, ¿qué más quieren? Y no como ese enemigo que está tumbado bocabajo, con varios agujeros en el torso y sin manos. Él sí que lo tiene mal.

Y tampoco se puede quejar.

Ya me dirás cómo.

Fuente: http://laconspiracion.es