Desde pequeños nos enseñan a diferenciar las fases de nuestro satélite: Durante la fase creciente tiene forma de D y en la menguante (o decreciente) parece una C. Pero, ¿Y si miras al cielo y encuentras la Luna con forma de U?A la Luna no le pasa nada raro. Esto ocurre cada año y, en algunas latitudes, incluso tiene lugar dos veces. Lo primero que hay que tener en cuenta para entender el asunto es que la Luna no brilla porque tenga luz propia, sino porque su superficie refleja la luz del sol. Por tanto, la parte iluminada de nuestro satélite siempre será la que apunta hacia el sol.
Por otro lado, el eje de la Tierra tiene cierta inclinación, que es la principal responsable de la existencia de las estaciones. En un extremo de nuestra órbita, el hemisferio norte apunta hacia nuestro sol y en el otro lo hace el hemisferio sur.
Como la inclinación de la órbita de la Luna no varia a lo largo de nuestro camino alrededor del sol, desde nuestro punto de vista veremos su trayectoria de manera un poco diferente según el extremo de nuestra órbita alrededor del sol en el que nos encontremos porque la luz incide sobre la Tierra desde una dirección distinta y, por tanto, la zona “nocturna” del planeta (donde podemos ver generalmente la Luna) queda en direcciones opuestas. Por ejemplo, basándonos en la imagen superior, en diciembre y junio la configuración del sistema Tierra-Luna seria la siguiente:
Es decir, que si observamos la Luna desde la posición 1 de diciembre, la tenemos directamente sobre nuestras cabezas y nos parece que va de este a oeste casi en línea recta, directamente en la dirección en la que se pone el sol. Es entonces cuando parece que nuestro satélite tiene forma de “U” a medida que crece o mengua: no es que la Luna se haya movido, sino que nosotros los que la estamos viendo desde una perspectiva diferente. En la posición 2, en cambio, vemos la órbita de nuestro satélite desde “abajo” y en vez de recorrer el cielo sobre nuestras cabezas lo hace en un ángulo más cerrado respecto al horizonte, así que nos parece que recibe la luz del sol desde una dirección ligeramente distinta.
En junio, la situación es la inversa: ahora el punto 2 es el que está en línea con la Luna y la veríamos desplazándose directamente hacia el lugar por donde se pone el sol, mientras un observador desde el punto 1 vería la órbita desde “arriba”.
Todo este rollo de direcciones y perspectivas no tiene mucho sentido si no va acompañado de una imagen que nos ayude a hacernos una idea de qué estamos hablando. Para el caso de junio, ver la luna encima de nuestras cabezas (punto 2) u observarla desde “arriba” (punto 1), equivaldría a esto:
Si ayuda a visualizarlo mejor, añadimos una representación del sistema sin tener en cuenta nuestra percepción de “arriba y abajo”, como si observáramos la superficie terrestre desde el espacio sin el efecto de la gravedad.
Fuente: http://cienciadesofa.com