Ella es Estela Cárdenas, que cuando empezó a entrar en los prostíbulos decía que necesitaba trabajar y que podía esperar el último de los turnos para conseguir cliente.
Pero cuando los proxenetas se dieron cuenta de que, pasados unos años, ella no podía ser una trabajadora sexual, se le ocurrió la idea de hacerse pasar por una lesbiana que quería ver el show y pagar por una aventura.
¿Y es que mi plata no vale o qué?, les decía desafiante a los porteros de bares, whiskerías y uno que otro grill.
Estela no es una depravada. Ni más faltaba. Sus insólitas visitas a bares de mala muerte solo tienen el objetivo de entrar para espiar; si entre las trabajadoras sexuales hay niñas o niños que están siendo explotados sexualmente.
Y en ese labor detectivesca, que ya completa 20 años, se ha jugado la vida. Una vez un administrador de un burdel me dijo que me pusiera un vestido de baño y que empezara a hacer striptease. Yo le dijo que no, entonces, amenazó con encerrarme y matarme
Estela tuvo que decirle que eso era un secuestro y que afuera había un grupo de policías y agentes secretos pendientes de su suerte, por lo que el tipo no tuvo otra opción que dejarla ir.
En otra ocasión, encontró a una niña indígena de 14 años que había sido raptada y a la que estaban a punto de iniciar en el oficio. Ella lloraba sin parar. Yo le pregunté si quería volarse y ella me dijo que sí. Entonces, le dije: corra, mientras yo entretengo al administrador.
La fuga fue entre disparos de un enfurecido proxeneta que por efectos del licor no pudo, afortunadamente, dar en el blanco.
¿Por qué correr tantos riesgos? Simplemente porque desde que empezó a trabajar en la Fundación Renacer, que buscaba dignificar a la mujer trabajadora sexual, y descubrió que centenares de niños y niñas eran raptados y vendidos para ejercer la prostitución, decidió emprender esta singular y peligrosa cruzada.
El caso que más la conmovió fue el de una pequeña de 9 años, obligada a prostituirse en el centro de Bogotá, a quien no pudo salvar porque un cliente la mató de un disparo. Ese recuerdo no se me puede borrar, dice.
Ahora, Estela tiene varios grupos de que se encargan de meterse a prostíbulos para recoger pruebas de abuso sexual infantil, para dárselas a la Policía. Gracias a esto, varios lugares de proxenetismo han sido cerrados.
La Policía se encarga de los explotadores y yo de que los niños vuelvan a restablecer su vida, recobrar su nivelación escolar y, sobre todo, a confiar en los adultos
Es una pelea que cada vez se hace más desigual, pues el negocio se ha diversificado con la Internet, el celular y toda la cultura de las chicas prepago, lo que la ha llevado a dar charlas de prevención en los colegios.
“Conozco todas las partes feas de las ciudades, he recorrido muchos prostíbulos, pero no estaré tranquila mientras piense que esta noche hay un menor que no va dormir en su cama tranquilo
Fuente: www.eltiempo.com