Indiferencia…
Son las 14 horas, terminan las clases, el estomago ruge por algo de comida y esperamos en la parada del bus.
Al fin llega bajo este solanero primaveral el 39A, me subo junto a tres compañeras de clase y nos ponemos en marcha, pero cuando no llevamos menos de medio minuto surgen los problemas y es que un grupo de “zagalicos” están dando por saco a la gente. Todo hasta ahí entendible, son garrulos, ¿qué se puede esperar?; pero el ambiente cada vez se caldea más y uno de los más pequeños da una patada en toda la cara a una chica porque quería sentarse en uno de los asientos (ocupaban cada uno, dos asientos).
Vamos dos compañeras más y yo corriendo a la zona, mientras el autobús a rebosar ni se inmuta, o mejor dicho, no quiere darse cuenta. Empieza la bronca.
– “¿Se puede saber qué cojones estáis haciendo?”- les suelto.
– “Eh, eh, a mi no me chilles, ¿eh? Que te pego una hostia…”
– “Niño, que te saco el doble, te cojo la cabeza y te la empotro contra la ventana.”
– “Puta, que te quites. Que no me sale del pijo que te sientes”- grita el más pequeño pegándole otra patada a la misma chica de antes.
Con la segunda agresión una de mis compañeras le atizó un carpetazo (véase una carpeta a rebosar con los apuntes de servicios sociales y métodos de investigación) en toda la cabeza al enano, siendo lanzado contra el asiento lateral.
Comentamos sobre…