Estamos habituados desde nuestros primeros años escolares a reconocer, junto con las cifras, una serie de símbolos aritméticos tales como el de la suma (+) y la multiplicación (x), etc. A priori podemos pensar que estos símbolos son tan antiguos como las letras o tal vez como los propios números, sin embargo, no es así. A medida que el álgebra fue progresando, los matemáticos, para facilitar la escritura de las fórmulas, fueron introduciendo, con más o menos éxito, nuevos símbolos operativos.
Al principio las fórmulas matemáticas eran una especie de imitación del lenguaje hablado, algo así como si en vez de 40 + 50 – 3 = 87 escribiésemos «40 más 50 menos 3 igual a 87». Tal manera de proceder se ha llamado «cálculo literal» o «álgebra retórica». Digamos, de paso, que la palabra álgebra viene del árabe al-yabra, «la reducción».
Veamos algunos ejemplos:
- Robert Recode (1510-1558), matemático y médico inglés, fue el creador del símbolo “=“. Para él no había dos cosas más iguales que dos lineas rectas paralelas.
- El símbolo que conocemos como “raíz de” apareció por primera vez en un libro alemán de álgebra de 1525. Antes, para designar la raíz de un número se escribía literalmente “raíz de …”. Para abreviar se usó simplemente la letra “r“, pero cuando los números eran grandes se alargaba el trazo horizontal de la misma dando origen al símbolo que utilizamos hoy en día.
- El símbolo de la integral fue propuesto por Gottfried Leibniz (1646-1716) y lo extrajo de la palabra latina “summa” tomando su inicial. A Leibniz le debemos muchos más signos notacionales como “dx” y además fue quien popularizó el “.” como signo de multiplicación.
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