La primera vez…
Míralos… tan jóvenes… ¿qué tendrán?: ¿15?, ¿16 años? y a estas horas… del portal de ella, a la casa de él…
Ella, con su mochila entre las piernas (donde, seguro, llevará un cepillo de dientes, el cargador del móvil y ropa limpia para mañana), satisfecha por sus dotes interpretativos hacia unos padres que, al parecer, se han tragado lo de irse a dormir a casa de Paula.
¿Y él? Parece nervioso, aunque lo sepa disimular mejor que ella. Necesita aparentar que tiene la situación controlada (lo del taxi ha sido un puntazo, ¿verdad?), aunque se trate del primer fin de semana que se queda solo en casa, el primero que dormirá abrazado a una chica, a su chica, el primero en satisfacer, sí o sí, una curiosidad tantas veces visionada en todas esas páginas de internet no autorizadas. Y ahora, seguro, estará repasando mentalmente cada detalle: su calzoncillo Calvin-Klein (el único ‘chulo’ de los que acostumbra a comprarle su madre), las velas del Todo a 0,60 colocadas como al azar en su mesilla de noche, el despertador de Pluto escondido en lo más recóndito del armario, y la caja de condones en el primer cajón, bien a mano y ya desprecintada (para no hacer el ridículo tratando de abrir el maldito plástico), esa de 6 unidades que compró ayer mismo, en el Carrefour y entre risas nerviosas, con su amigo Nacho.
También habrá previsto una y mil veces cómo iniciar lo inevitable, cómo será su primera gran incursión en el complejo mundo del sexo opuesto, la primera vez que consigue acariciar unos pechos desnudos por debajo del sostén (¿llevará relleno?), o el primer contacto dactilar bajo el ceñido pantalón de ella (¿braga o tanga?). Hasta al fin alcanzar el momento cumbre de su adolescencia, aquel que lleva tantas noches esperando y tantas otras conversaciones especulativas con sus colegas de clase.
Y mientras, pobre… Trata de ser lo más simpático posible, buscando el comentario más ingenioso, o el beso más tierno sobre el hombro de ella. Y ella también sonríe, porque al fin se ha decidido tras un interminable monólogo interior (alguna vez tendría que ser la primera, vamos, digo yo…. Porque no hay mejor chico que éste para ser recordado durante el resto de mi vida: Guapo a rabiar, cariñoso, sensible, detallista… vamos, que nos conocemos desde la infancia, que ya es hora, que mi amiga Paula ya lo ha hecho con Fran y dice que no duele, ni nada. Y que sólo sangró un poquito…)
Hasta que al fin llegamos: Con el taxímetro sudando envidia por cada uno de sus 9,35€.
– Quédese con el cambio – me dijo él con la voz temblando.
Y se marcharon cogidos de la mano. Luego él abrió el portal. Dejó que ella entrara primero.
Fuente: nilibreniocupado
Comentamos sobre…