Hay una creencia popular ampliamente extendida según la cual los votos en blanco van a parar al partido más votado. No sabemos muy bien donde lo hemos aprendido, pero así está en nuestras cabezas. Este es quizás el mayor mito electoral que podemos encontrar; los votos en blanco no cuentan para nadie, si no que simplemente se contabilizan positivamente en el porcentaje de participación.
Entonces…¿de donde viene el mito?
Probablemente provenga de que los votos en blanco perjudican a los partidos minoritarios, ya que como veíamos en la entrada explicativa de la la Ley D’hont, para poder entrar en la repartición de escaños se ha de tener un mínimo del 3% de los votos totales escrutados, por lo que si hay 20.000 votos a candidaturas y le sumamos los votos en blanco, 5.000, por ejemplo, y el total de votos es 20.500, aumentando el 3% necesario para entrar en la repartición, y si un partido está al límite de ese 3% puede quedar fuera del reparto. Como este 3% no perjudica a los partidos mayoritarios, ya que lo superan con creces, indirectamente les favorecen dichos votos, ya que aumentan ese «corte» del 3% y por tanto menos partidos minoritarios pueden optar a la repartición, «llevándose» los mayoritarios sus votos, optando con ellos a un mayor número de escaños.