Pues sí, algo tan obvio de preguntarse y que nunca me había cuestionado, hasta que me crucé con Medtempus, un interesante blog de Medicina donde aclaraba esta curiosidad:
Cuando vemos cualquier color, lo que estamos observando en realidad es el reflejo de la luz de una determinada longitud de onda. Cuando las venas están cubiertas por la piel, la luz se absorbe y refleja con la longitud de onda que nosotros percibimos como azul. ¿Y por qué azul y no de otro color como rojo? Porque para que la luz con una determinada longitud de onda pueda penetrar en la piel y volver a reflejarse, necesita de una energía mayor. El rojo no posee la suficiente energía para reflejarse, pero sí el azul, que es uno de los colores con una energía más elevada, después del violeta.
Si quieren comprobar este hecho sin tener que arrancarse la piel, hay un sencillo experimento que pueden hacer:
Consigan una muestra de sangre, da igual si es de vaca, cerdo o cualquier otro animal que tenga hemoglobina como nosotros. Échenla en un tubo de cristal transparente cerrado (lo ideal sería un tubo de ensayo) y empiecen a sumergir poco a poco este tubo en una jarra con leche. Al llegar a una profundidad determinada, el tubo aparecerá de color azul por las mismas razones que hemos explicado anteriormente y que sucedía en la piel.
Este curioso efecto óptico ha sido el que creó las famosas expresiones “príncipe azul» o “personas de sangre azul» para referirse a la gente que pertenecía a la nobleza o a una categoría social elevada. Estas expresiones tienen su origen en las familias nobles de Castilla para afirmar que su sangre era pura y no estaba mezclada con sangre judía o morisca. Y es que estas personas solían tener la piel de color pálido, al no tener que tomar el sol para trabajar. Este color pálido de la piel hace mucho más visible el color azul de las venas en la piel, cosa que no ocurre con las personas morenas, donde se observan mucho menos o incluso pueden ocultarse.