Burbuja cripto…
Se ha constatado empíricamente que ni somos capaces de calcular las probabilidades de los sucesos que pueden acontecer, y que van a afectar a nuestros resultados, ni tomamos en la mayoría de los casos las decisiones de manera meditada y reflexiva. La situación más paradigmática de entre los comportamientos irracionales corresponde a las burbujas económicas.
Una burbuja especulativa es un fenómeno económico consistente en el incremento desproporcionado del precio corriente de algún activo o producto, de forma que dicho precio se aleja sustancialmente del valor teórico del mismo. La principal características de las burbujas es la especulación, que se mantiene durante el desarrollo de las burbujas hasta que acaba la euforia y los inversores cambian sus expectativas. La euforia es sucedida por un periodo en el que predomina el pánico financiero y se producen ventas masivas para intentar reducir las pérdidas lo máximo posible. Las burbujas se crean cuando los inversores confían en un crecimiento sin límites, y se dejan llevar por el pensamiento irracional y la histeria colectiva, de forma que no actúan valorando correctamente el riesgo.
En la figura observamos como se desarrolla una burbuja especulativa de acuerdo al precio o valor percibido del bien en el eje Y y el tiempo medido en el eje X. En primer lugar contamos con una fase invisible, que solo podrá ser estudiada con posterioridad al desarrollo de la burbuja. En esta fase el dinero inteligente se posiciona en el producto financiero que comienza a incrementar su precio de forma moderada, despegando la burbuja de manera desapercibida.
Tiempo después comienza la toma de conciencia del alto beneficio y potencial que tiene ese activo. Los inversores institucionales toman posiciones y se produce la primera liquidación. El precio cae y hay una trampa para bajistas. Los inversores menos optimistas abandonan el activo en este momento porque creen que seguirá cayendo hasta retornar al punto inicial. Sin embargo esta caída es moderada y pronto comienza la fase de manía.
Los medios de comunicación comienzan a hablar de ese activo, los precios suben a ritmos cada vez mayores, los pequeños inversores compran, se comienza a hablar de los rendimientos tan altos que se están produciendo, hay entusiasmo. Los pequeños inversores que tienen beneficios no ejecutados porque no han ejecutado las posiciones en su inversión comienzan a invertir más en ese activo, tomando riesgos que no perciben y cayendo en la avaricia. Finalmente se producen situaciones de autoengaño, con frases como las que se oían en 2006 en España en boca de parroquianos con el codo apoyado en la barra del bar y ataviados con palillo entre los dientes afirmando que «los pisos nunca bajan», mientras discutían sobre el Euribor y si comprar dos o tres viviendas sobre plano en la siguiente promoción a veinte kilómetros del centro de la ciudad.
Los precios dejan de subir a una velocidad absurda y en poco tiempo se paran en seco. Se habla del nuevo paradigma, en el caso de la burbuja inmobiliaria los pisos serían demandados por los turistas y los millones de inmigrantes que vendrían a nuestro país en los próximos años. El país estaba en la Champions League de la economía gracias al ladrillo. Con las primeras caídas de precios empieza la fase de liquidación. En esta etapa abunda la negación y se alude al carácter temporal de la bajada que se ve solo un paso atrás para coger impulso. Los precios se estabilizan y vuelven a subir. Es en este momento cuando los alcistas que no invirtieron tanto como quisieran haberlo hecho se lanzan a comprar y los precios continúan aumentando.
Se habla de vuelta a la normalidad, los precios altos están aquí para quedarse, el señor con siete pisos y seis hipotecas y un palillo entre los dientes vuelve a pontificar en la barra del bar «si es que ya lo decía yo, los pisos nunca bajan«. De nuevo los precios caen y esta vez el miedo se apodera de los inversores. Pasado el tiempo comienza la capitulación y se reconoce que el precio aumento de forma exagerada. Todos afirman que hubo comportamientos irracionales y los pisos de cincuenta metros cuadrados a medio construir en las afueras de Villalejos del Páramo no encontrarán nunca comprador. Los inversores que no salieron a tiempo caen en la desesperación.
Ahora el activo vale la mitad, la tercera parte o incluso menos de lo que ellos pagaron por él. En el bar el tono es más sombrío y el señor comenta con rabia que no piensa aceptar ninguna de las ofertas que recibe por sus piso en venta «antes de malvenderlo lo quemo». El tiempo pasa, la burbuja termina y se retorna a la media del precio de ese activo financiero. La racionalidad vuelve a ese mercado tras la euforia y el pánico.
Fuente: https://blogs.udima.es
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