Era 28 de agosto de 1789 y en la Asamblea Constituyente de Francia se hacía la pregunta más revolucionaria de la época: ¿Cuánto poder debe tener el rey?
Cuenta la historia que el debate desatado en la asamblea, integrada tanto por seguidores de la Corona como por revolucionarios interesados en tumbarla, era tan acalorado y pasional que los contrincantes se terminaron ubicando estratégicamente en la sala según sus afinidades.
De un lado, en las sillas ubicadas a la derecha del presidente del organismo, se sentó el grupo más conservador: Eran los leales a la Corona, quienes querían contener la Revolución y que el rey conservara el poder y el derecho al veto absoluto sobre toda ley.
Del otro lado, en las sillas de la izquierda, se comenzaron a reunir los revolucionarios que tenían una visión opuesta: Eran los más progresistas de la sala, los que pedían un cambio de orden radical. Para ellos, el rey solo debía tener derecho a un veto suspensivo.
Pero más allá de aquella jornada, los asambleístas siguieron ubicándose en la sala por afinidades. Y la dicotomía no tardó en colarse en el lenguaje político, algo que terminó siendo muy práctico para los editores de las primeras actas de la Asamblea y de los primeros periódicos revolucionarios.
Luego, en el siglo XX, la división se manifestó hacia lo económico, con la derecha a favor de un mercado liberal y la izquierda por uno regulado.
Fuente: www.bbc.com