Mafalda, la cuestionadora, la que odiaba la sopa. Época en que junto con sus amigos podía ir a jugar a la plaza sin un adulto, se quedaba conversando con la puerta abierta del edificio, iba a hacer las compras sola. Si bien el contexto hoy es diferente, los males siguen iguales.
Nació el 29 de septiembre de 1964 en el semanario Primera plana y se despide oficialmente en la publicación Siete días ilustrados el 25 de junio de 1973.
Quino creó el personaje para promocionar la marca de electrodomésticos Mansfield, hija de la necesidad de publicitar un producto, Mafalda, se fue transformando con el tiempo, en un personaje contestatario y critico de la sociedad. Si bien los dibujos no debían hacer mención a la marca, la empresa puso como condición que aparecieran dibujados aparatos electrodomésticos y que los nombres de los personajes empezaran con la M de Mansfield. Quino, que había visto en la película argentina Dar la cara una niña llamada Mafalda, utilizó este nombre para el personaje central del comic. Luego, comenta Daniel Samper Pizano, bautizó Manolito a un pequeño comerciante inspirado en el padre de Julián Delgado, un periodista amigo suyo desaparecido durante la última dictadura militar. Miguelito y los padres de Mafalda completaban el precario elenco inicial.
La campaña publicitaria no se realiza y los productos Mansfield nunca llegaron a estar en el mercado. Una pena para la empresa y una gran alegría para el mundo, pues a partir de ahí se constituye en tira con el espléndido resultado por todos conocidos.
Durante un año la tira fue protagonizada únicamente por Mafalda y sus padres, una pareja de clase media típicamente porteña que padece los cuestionamientos de su precoz hija de 6 años. El 19 de enero de 1965 se incorpora Felipe, amigo de Mafalda, cuya figura está basada en Jorge Timossi, un periodista que según explica Quino «tenía dos graciosos dientes de conejito», esto desde su aspecto físico. Mientras que Felipe, en su modo de ser es como Quino, el autor lo reconoció más de una vez, confiesa padecer muchas de las dudas existenciales que angustian a Felipe.
Junto a Mafalda, aparecen sus inseparables compañeros. Felipe,soñador, tímido, introvertido: «Algún día se dará más valor a la cultura que al dinero» o frases como «La voluntad debe ser la única cosa del mundo que cuando está desinflada necesita que la pinchen».
Manolito: bruto, ambicioso y materialista «Si creen que me van a gustar los Beatles porque son millonarios se equivocan. Los de Wall Street, esos son millonarios, a esos sí los admiro. Porque los Beatles hacen bailar sólo a la juventud, en cambio los de Wall Street hacen bailar a todo el mundo y sin guitarritas». Susanita,chismosa, prejuiciosa, egoísta y con un único sueño: casarse y ser madre : «A mi también me lastima el alma ver gente pobre. Por eso cuando seamos señoras nos asociaremos a una fundación de ayuda al desvalido y organizaremos banquetes en los que habrá pollo y pavo y lechón y todo eso…así recaudaremos fondos para poder comprar a los pobres harina y sémola y fideos y esas porquerías que comen ellos».
Miguelito: egoísta y menos tímido que Felipe:»Pero mamá, los hijos no podemos ser tan monstruos y bañarnos sin oponer resistencia. Los hijos no podemos ser tan degenerados y comer sin chistar. Los hijos no podemos ser tan desalmados y portarnos bien. Sería cerrarles a nuestras propias madres sus fuentes de trabajo» y su hermano pequeño Guille: «Mafadda, cuando un paíz ze gazta ¿a dónde lo tidan?».
En 1970 se incorpora a la tira un nuevo personaje llamado Libertad: una nena muy pequeña de estatura, paradoja entre su nombre y la altura, y su decir esta cargado de retórica social «Para mí lo que está mal es que unos pocos tienen mucho, muchos tienen poco y algunos no tienen nada, si esos algunos que no tienen nada tuvieran algo de lo poco que tienen los muchos que tienen poco… y si los muchos que tienen poco tuvieran un poco de lo mucho que tienen los pocos que tienen mucho, habría menos líos… pero nadie hace mucho, por no decir nada para mejorar un poco algo tan simple».
La historieta hace hincapié en lo que está pasando en el mundo, desfilan por ella lo acontecido en la década del 60, los militares, la literatura testimonial, los Beatles, la ONU, etc, etc, con la particularidad de hacer referencia a lo que acontece en esa época sin que las reflexiones de sus personajes pierden «actualidad», se las puede leer y entender ahora como hace 50 años atrás.
Ya lo dijo Gabriel García Márquez en el prologo manuscrito titulado «Quinoterapia»: «Quino, con cada uno de sus libros, lleva ya muchos años demostrándonos que los niños son los depositarios de la sabiduría. Lo malo para el mundo es que a medida que crecen van perdiendo el uso de la razón, se les olvida en la escuela lo que sabían al nacer, se casan sin amor, trabajan por dinero, se cepillan los dientes, se cortan las uñas, y al final -convertidos en adultos miserables- no se ahogan en un vaso de agua sino en un plato de sopa.»
Su autor, Joaquín Salvador Lavado no sospechó que las reflexiones puestas en boca de este personaje serían traducidas a 26 idiomas (desde el japonés, italiano y portugués, hasta el griego, francés y holandés), y que sus libros venderían, sólo en Argentina, 20 millones de ejemplares. Tampoco sospechó que un día el escritor Julio Cortázar llegaría a decir: «No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda, lo importante es lo que Mafalda piensa de mí».
Dicen que durante el acto de Declaración de Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a Quino, el creador de Clemente, Caloi, tomó la iniciativa de solicitar se imponga como hito de la ciudad a la «casa» del personaje Mafalda, sita en Chile 371, en el barrio de San Telmo, y colocar ahí una placa que diga «Aquí se sentó Mafalda». Lamentablemente, los funcionarios han hecho oidos sordos, ya que la placa no está.
Fuente: www.voltairenet.org