Todos los primeros días…
Tu nuevo jefe te enseña a manejar el taxímetro y algunas peculiaridades del coche. Luego te da las llaves y se despide de ti hasta mañana. A partir de ahí serás tú solo, estarás solo, sin nadie a tu lado que te explique o te aconseje o te confiese esos típicos trucos del taxista veterano: En qué calles o paradas se encuentran los clientes según qué horas, o qué hacer si desconoces el destino, o cómo llegar o qué alternativas deberías tomar para evitar tal o cual atasco.
Sales del garaje por primera vez, enciendes el taxímetro y en el primer cruce de calles se te presenta el primer dilema: ¿Derecha o izquierda? Optas por girar a la derecha no sabes muy bien por qué (aún no te funciona esa intuición de la que hablan) y luego buscas una avenida ancha y te metes por primera vez en un carril BUS-TAXI (siempre quisiste circular por ahí).
Escasos metros después (¿será la suerte del principiante?) te levanta el brazo una mujer mayor.
Mientras te acercas comienzan a temblarte las piernas. Frenas a su lado y se te olvida pulsar el WARNING. También olvidas darle a la mujer los buenos días cuando entra:
– A la calle Fortuny, por favor – te dice nada más cerrar su puerta.
No conoces esa calle, pero tragas saliva y aceleras.
– ¡Derecha, derecha! – te indica la mujer en el siguiente cruce, justo antes de rebasarlo.
Das un volantazo. Suerte que conservas tus buenos reflejos.
– Disculpe. Soy nuevo y…
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