Vía sabercurioso nos resuelven esta inquietud que a todos nos ha pasado más de una vez en la ducha o en la piscina, cuando al salir notamos la piel reblandecida:
Cuando llevamos un rato sumergidos en el agua las yemas de los dedos de las manos y de los pies se arrugan como si fueran ciruelas pasas. Y el curioso se pregunta ¿por qué? ¿y por qué no se arruga la piel del todo el cuerpo? ¿y por qué las arrugas duran tan poco?
Este comportamiento se debe a la forma en que responde la piel ante la humedad y a la propia composición de la piel, que está formada por dos capas principales: la dermis y la epidermis. Ambas capas están unidas, pero existe un ligero espacio intermedio. Aunque es la principal barrera de nuestro organismo frente al exterior, la piel no es impermeable, y así absorbe agua del aire y, en mayor medida, absorbe agua cuando nos bañamos.
En las manos y los pies la piel es bastante más gruesa y eso hace que absorba más agua que el resto del cuerpo y que el efecto sea más perceptible. A medida que la epidermis se hincha más y más, se separa de la dermis y forma surcos y crestas, sobre todo en las yemas de los dedos, pues en las palmas y en las plantas las dos capas están más unidas.
Después de una larga inmersión, la piel arrugada se reblandece enseguida al salir del agua. Al lavarla en agua jabonosa se eliminaron los aceites naturales que recubren la piel y que impiden que el agua escape. Así pues, desprovista de su recubrimiento protector, el exceso de agua se evapora rápidamente. En realidad, la piel se seca tanto después de un baño que contiene menos agua que antes de meterse en la bañera, por lo que es una buena idea aplicarse una crema hidratante después del baño.
¿Y todo esto con qué razón? Pues al parecer es más fácil manipular objetos húmedos con los dedos arrugados que con los dedos secos.