Envejecimos a golpe de fin de semana creyendo haberlo vivido todo…
Me tomo para la entrada de hoy la licencia de coger prestado del blog de Clifor el siguiente texto, una reflexión sobre la adolescencia con la cual en mayor o menor medida creo que la mayoría podemos sentirnos identificados:
Fue entonces cuando todos teníamos las zapatillas del anuncio aunque ninguno éramos capaz de saltar tan lejos como él. El tiempo entre unas olimpiadas y otras era demasiado corto. Todo era demasiado fácil. España cayó en cuartos otra vez. Fue el primer partido que no vi con mi padre. Estaba en un bar. Luego alguien sacó un cigarrillo y a escondidas dábamos un par de caladas. Después mi madre se dio cuenta de que le faltaba tabaco pero en clase tener un cigarrillo o dos era motivo de liderazgo. Llegamos a un punto de no retorno. Los discos de rock eran todos copias unos de otros. Los buenos guitarristas comenzaron a caer como moscas. Ningún futbolista tenía ya bigote e incluso ciudades pequeñas como la mía se permitían el lujo de organizar grandes espectáculos. Decía que llegamos a un punto de no retorno. Envejecimos a golpe de fin de semana creyendo haberlo vivido todo. Probamos absolutamente todo. Era el placer de experimentar. Esnobismo. Con los años me di cuenta de que eran otros los que experimentaban con nosotros. Ahora todos teníamos el móvil del anuncio. El peinado de algún futbolista británico. Ahora, digo, me suda los cojones cuando sean las olimpiadas. Es demasiado tarde para regresar.
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