El padre y la madre, jovencísimos, y un prepúber que apenas sabía articular palabra con su chupete adjunto y un osito impagable entre las manos:
A simple vista, parecía no ser más (ni menos) que una familia cualquiera de ecuatorianos, o colombianos, o bolivianos (siento no poder concretar este dato) tranquilos, felices, ensimismados, charlando de sus cuitas, sonriendo desde el asiento trasero de mi taxi (calle Bailén mediante).
Pero sonó un teléfono (el de ella). Reaguetton, para más señas. Miró su pantalla:
– Bufff… número desconocido.
– No te apures… nos vendrá bien la plata – dijo él.
Decidió descolgar. Ahora su voz parecía cambiada. Más suave:
– ¿Diga?… hola, cariño. Sí, soy yo… ¿Cómo te llamas?… bien, Hassam, mi niño… ¿conoces los precios?… 60 media hora y 100 una hora. Completo y griego, ¿ok?… dame tu dirección… – la mujer me pidió un bolígrafo y papel, tapando el auricular con la mano – bien… esto está en… ok… en 20 minutos estoy allá… chao, chao…
Colgó.
– Un morito. Era un morito, con lo pesados que se ponen… – dijo al aire.
Tuvimos que cambiar el rumbo. La mujer me indicó la nueva dirección con total naturalidad. El hombre, mientras, buscaba la atención de su hijo con total naturalidad.
Y el niño, a su vez, continuaba succionando con devoción un chupete que bien podría hacer la veces de sordina insoportable de la vida que le queda por vivir.
Fuente: nilibreniocupado
Bien triste es el tinte que cubre esta historia, pero solo quiero matizarle algo al taxista; (Quien quiera que se lo haga llegar si lo ve oportuno). Solo quiero hacer incapíe en algo que por lo visto ha pasado por alto: Señor taxista, orador implacable amén de narrador imperante y explicito, no juzgue si no quiere ser juzgado, no utilice ese arma de doble filo solo conociendo un infimo fragmento de la historia de la vida completa de una persona. Puede que la condición familiar o el nivel social al que está y estará expuesto el baby no sean los adecuados y mucho menos merecedores de un solo aplauso, para qué más…Pero seguro que usted tuvo la infancia perfecta aquí en una España yaciente en el primer mundo, y con infancia perfecta me refiero a unos cuantos, que no muchos, juguetes y unos papas que lo quisieron, ya no mimaron sino que demostraron su apego y cariño hacia su persona (que ya es bastante en los tiempos aciagos que corren) y le ofrecieron cualquier futuro “realista” adecuado a sus posibilidades. Entonces no lo haga, no sentencie a una persona por haber sido presente de una etapa de su vida, no todo el mundo tiene la misma suerte que usted señor taxista, y usted no tiene la misma que yo.