Guerra económica…

245px-Yanis-Varoufakis-Berlin-2015-02-05Me decidí a participar en política por una razón: para apoyar a Alexis Tsipras en su lucha contra la servidumbre de la deuda. Por su parte, Alexis Tsipras me honró al reclutarme por una razón: una comprensión particular de la crisis basada en el rechazo del dogma de Papakonstantinos; a saber, la idea de que, si hay que elegir entre una quiebra anárquica y unos préstamos tóxicos, estos últimos son siempre preferibles.

Es un dogma que rechacé porque es una amenaza permanente, que ayuda a aplicar políticas que garantizan la quiebra permanente y, finalmente, conducen a la servidumbre de la deuda. La noche del miércoles, se me pidió en el Parlamento que eligiese entre (a) la defensa de dicho dogma votando a favor del documento que nuestros «socios» habían impuesto a Alexis Tsipras en la Cumbre del Euro por medios golpistas y una agresión inimaginable, o (b ) decir «no» a mi Primer Ministro.

El primer ministro nos preguntó: «¿es el chantaje real o un farol?», planteando el dilema horrible que todos teníamos en nuestras conciencias – la suya también. Claramente, el chantaje era real. Esa «realidad» me golpeó por primera vez cuando el 30 de enero J.Dissjenbloem me visitó en mi oficina para presentar el dilema «memorándum o bancos cerrados». Sabíamos desde el principio hasta qué punto serían despiadados los prestamistas. Y sin embargo, decidimos hacer lo que nos seguíamos repitiendo unos a otros durante las largas noches y días en la sede del gobierno: «Vamos a hacer todo lo posible para conseguir un acuerdo viable financieramente. Llegaremos a acuerdos, pero no nos dejaremos chantajear. Solo cederemos lo imprescindible para asegurar un acuerdo dentro de la Eurozona. Sin embargo, si somos derrotados por las políticas catastróficas del memorándum, dimitiremos y cederemos el poder a aquellos que creen en tales medidas; que sean ellos los que las apliquen: nosotros volveremos a las calles».

El primer ministro preguntó el miércoles «¿Hay alguna alternativa?» Creí que sí, que la había. Pero no voy a detenerme en eso ahora. No es el momento apropiado. Lo importante es que la noche del referéndum, el Primer Ministro llegó a la conclusión que no había alternativa.

Y por eso dimití, para facilitar su viaje a Bruselas y que pudiese volver con las mejores condiciones que pudiese conseguir. Pero eso no quiere decir que estuviésemos comprometidos automáticamente con la aplicación de esas medidas, ¡sin importan cuales fueran!

El presidente del Gobierno, en la reunión parlamentaria del miércoles, nos pidió decidir juntos, compartir la responsabilidad. Vale. Pero ¿cómo? Una forma sería actuar, todos juntos, como habíamos dicho una y otra vez que haríamos en caso de derrota. Declararíamos que habíamos sido derrotados, anunciaríamos que en teníamos nuestras manos un acuerdo que consideramos inviable y pediríamos a todos aquellos políticos que creyesen el acuerdo era aún potencialmente viable, independientemente de a que partido perteneciesen, que formasen un gobierno y lo aplicasen.

La otra opción sería hacer lo que el primer ministro sugirió: proteger al primer gobierno de izquierda, aunque fuese aplicando el acuerdo – producto del chantaje – que el propio Primer Ministro consideraba inviable.

Ambos aspectos del dilema eran igualmente despiadados. Como Alexis Tsipras anunció con razón, nadie tiene el derecho a pretender que el dilema tortura más su propia conciencia que la de los demás – ya sea primer ministro o miembro del gobierno. En consecuencia, esto de ninguna manera implica que los que decidieron que el gobierno debía aplicar el acuerdo «inviable» lo hicieran por tener un mayor sentido de la responsabilidad que aquellos de nosotros que defendíamos que debíamos dimitir y dejar la aplicación de las medidas a aquellos políticos que creían que el acuerdo era viable.

Euclides Tsakalotos resumió perfectamente la realidad cuando se dirigió al Parlamento; dijo que aquellos que creían que el gobierno de SYRIZA no debía cargar con la tarea de hacer cumplir este acuerdo tenían argumentos tan fuertes como los que creían que el gobierno de SYRIZA esta moralmente obligado ante la gente a aplicar este mal acuerdo para evitar una quiebra caótica.

Ninguno de nosotros es más «anti-memorándum», pero tampoco más «responsable». Simplemente, cuando te encuentras ante semejante encrucijada, bajo la presión de una alianza poco santa de potencias internacionales, es aceptable que unos compañeros elijan una opción y otros la contraria. En estas circunstancias, sería criminal que unos calificasen a los otros de «vendidos» y los otros a los primeros de «irresponsables».

Ahora, en medio de estas disputas de fondo, la unidad de SYRIZA y la gente que creyó en nosotros, que le otorgaron el 61,5% en el referéndum, la unidad es la prioridad. Y la única manera de asegurar esto es comprender los argumentos de cada uno, teniendo en cuenta como un axioma que el lado contrario se mueve por intenciones que son igual de buenas, responsables y revolucionarias que las nuestras.

Dicho esto, la razón por la que he votado «NO» el miércoles pasado es simple: deberíamos haber entregado el poder, como habíamos dicho que haríamos, a quienes pueden mirar en los ojos a la gente y decir lo que nosotros no podemos: «El acuerdo es duro, pero se puede cumplir de tal manera que haya espacio para la esperanza de que podemos recuperarnos y superar la catástrofe humanitaria».

El gobierno de la izquierda no puede prometer a Europa lo que sabe que no puede conseguir. El activo fundamental que el gobierno de SYRIZA necesita proteger es la promesa que repetidamente hemos hecho en nuestras visitas a las capitales europeas: a diferencia de los otros, no prometemos lo que no podemos cumplir (por ejemplo, un cierto superávit primario). Por otra parte, el gobierno de la izquierda no tiene derecho a saquear más a las víctimas de una crisis que dura ya más de cinco año sin ser capaz, por lo menos, de responder afirmativamente a la pregunta: «¿Por lo menos se han recuperado de las políticas recesivas? «

 Muchos de mis colegas preguntan: «¿No es mejor que seamos nosotros quienes gobernemos? Nosotros, que nos preocupamos por la gente y queremos luchar contra la corrupción y la oligarquía». Sí, es mejor. Pero, ¿qué instrumentos tenemos para ello? La decisión de la Cumbre del Euro consagra y amplia la completa falta de control social sobre los bancos, mientras que la sociedad deberá pagar más entre10 y 25 mil millones de deuda para apoyarlos.

Y para empeorar las cosas, la creación de un súper-HRADF (Fondo de Desarrollo de Activos de la República Helénica) que tomará el control total de todos los activos públicos, privando a la República Helénica de todos los beneficios de gestión. Y ¿cómo vamos a controlar la austeridad cuando la troika, con todos los datos de la ELSTAT (Autoridad Helénica de Estadística) -cuyo control cedimos de este miércoles- decida unilateralmente cual debe ser el superávit primario?

Y cuando la dura realidad de los resultados de esta nueva austeridad aflijan a la sociedad, cuando los jóvenes y los viejos, por igual, salgan a las calles o se queden en casa pudriéndose de desesperación ante esas medidas, esa gente – las personas en cuyo nombre hemos hablado hasta ahora- ¿quién las representará políticamente? ¿El mismo partido que planteó esas mismas medidas ante el Parlamento? Las medidas que los ministros bienintencionados se ven obligados a defender ante el parlamento y los medios de comunicación, mientras son ridiculizados por la oposición anti- memorándum?

Me preguntan: «Pero ¿no están ayudando a los planes de Schauble cuando votan contra el acuerdo?». Y yo respondo con otra pregunta: «¿Está seguro de que el acuerdo a estas medidas no es parte del plan de Schauble?»

Observe lo siguiente:

► El último informe del FMI que calcula que la deuda supone más del 200% del PIB, lo que en esencia prohíbe al FMI conceder nuevos préstamos;

► La petición del ESM, bajo la batuta de Schauble, de que haya nuevos préstamos del FMI a Grecia;

► Un gobierno griego que aplica reformas en las que no cree, pero que además considera abiertamente resultado de chantaje;

► Un gobierno alemán que hace aprobar al Bundestag un acuerdo para Grecia, a cuyo gobierno considera de entrada indigno de confianza y fracasado.

¿No considera, querido lector, que estos hechos son poderosos aliados de Schauble? ¿Hay realmente otra forma más seguro para el país sea excluido de la zona euro que este acuerdo inviable que otorga tiempo y razones al ministro alemán de finanzas para planificar el Grexit que tanto desea?

Basta ya de argumentos. Mi conciencia me hizo votar en contra del actual acuerdo, creyendo, como todavía creo, que el dogma de Papakonstantinos debe ser rechazado. Por otra parte, respeto totalmente mis colegas que opinan lo contrario. Ni soy el más revolucionario / ético, ni ellos los más responsables. Hoy se nos juzga por nuestra capacidad para proteger con todas nuestras fuerzas nuestra unidad, el compañerismo y el colectivo, manteniendo nuestro derecho a divergir.

 Para concluir, permítaseme señalar un matiz filosófico del dilema que grava la conciencia de cada uno de nosotros; ¿Cuándo está más allá del utilitarismo la idea de que ciertas cosas no se deben hacer en nuestro nombre? ¿Ha llegado ese momento?

No hay respuestas correctas. Sólo la intención honesta de respetar las respuestas de nuestros compañeros, incluso si no están de acuerdo con la nuestra.

Fuente: http://www.sinpermiso.info

Author: Raiden

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