Todos los primeros días…

Primer díaTu nuevo jefe te enseña a manejar el taxímetro y algunas peculiaridades del coche. Luego te da las llaves y se despide de ti hasta mañana. A partir de ahí serás tú solo, estarás solo, sin nadie a tu lado que te explique o te aconseje o te confiese esos típicos trucos del taxista veterano: En qué calles o paradas se encuentran los clientes según qué horas, o qué hacer si desconoces el destino, o cómo llegar o qué alternativas deberías tomar para evitar tal o cual atasco.

Sales del garaje por primera vez, enciendes el taxímetro y en el primer cruce de calles se te presenta el primer dilema: ¿Derecha o izquierda? Optas por girar a la derecha no sabes muy bien por qué (aún no te funciona esa intuición de la que hablan) y luego buscas una avenida ancha y te metes por primera vez en un carril BUS-TAXI (siempre quisiste circular por ahí).

Escasos metros después (¿será la suerte del principiante?) te levanta el brazo una mujer mayor.

Mientras te acercas comienzan a temblarte las piernas. Frenas a su lado y se te olvida pulsar el WARNING. También olvidas darle a la mujer los buenos días cuando entra:

– A la calle Fortuny, por favor – te dice nada más cerrar su puerta.

No conoces esa calle, pero tragas saliva y aceleras.

– ¡Derecha, derecha! – te indica la mujer en el siguiente cruce, justo antes de rebasarlo.

Das un volantazo. Suerte que conservas tus buenos reflejos.

– Disculpe. Soy nuevo y…

– No se preocupe, hijo. Todos hemos sido nuevos alguna vez. Yo le indico.

– Gracias – suspiras de alivio. Nunca antes te habían tratado de “usted”.

– Para empezar, debería darle al taxímetro.

Lo miras. Sigue libre. Olvidaste también, con los nervios, accionarlo. Pulsas el botón que te enseñó tu jefe y los números comienzan a correr.

La mujer continúa indicándote hasta alcanzar su destino. Paras el taxímetro, ella te tiende un billete de 5€ . Tu primer billete.

Se baja. Estás tenso. Buscas la parada de taxis más cercana y ahí te quedas, detrás de otros cinco taxis. En la acera, los taxistas hacen corrillo. Supones que estarán hablando de cosas de taxistas. Quisieras pero no te atreves a bajar del taxi y acercarte a ellos. Eres nuevo en esto, y demasiado tímido. ¿Qué decirles? ¿cómo entrar? ¿y si me rechazan por ser nuevo?

Entonces te viene a la mente aquel primer día de colegio, cuando cambiaste de los Maristas al Sagrado Corazón. Ahí todos se conocían; tú eras el único nuevo. Recuerdas que entraste en clase y tomaste asiento en el único pupitre libre, en primera fila, y que el tutor te presentó ante todos y no sabías dónde meterte. A lo largo del día nadie se acercó a ti. Tú tampoco supiste cómo acercarte, ni siquiera en el recreo, cuando todos salieron al patio a jugar al fútbol y tú te quedaste sólo, mirándolos detrás de la portería, mordisqueando sin ganas el sandwich de jamón y quesitos que te preparó mamá. Han pasado casi veinte años de ésto y sin embargo hoy te sientes igual que aquel día.

Abres la guantera del taxi y sacas el sandwich de jamón y Philadelphia que tú mismo preparaste esta misma mañana. Mientras apartas lentamente el envoltorio del sandwich, de repente, te entran ganas de llorar.

Pero no lloras. En el fondo sigues siendo el mismo, piensas.  Al menos, con los años, la vida te enseñó a disimular.

Fuente: http://blogs.20minutos.es/nilibreniocupado

Author: Raiden

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