El sonido, que en la atmósfera se propaga a 340 m/s (1.200 km/h), viaja mucho más deprisa en el agua. Esto se debe a que las ondas sonoras se transmiten en un medio gracias a las vibraciones de sus partículas, que en el líquido interaccionan entre sí con más frecuencia que en el gas. Por eso la velocidad del sonido en el mar es de 1.500 m/s (5.400 km/h).
Cuando un objeto se desplaza a través del agua muy rápidamente, en torno a él se forman burbujas de gas que implosionan –vuelven súbitamente al estado líquido– con gran violencia. Este fenómeno se llama cavitación y es un problema que la ingeniería naval trata de evitar porque daña y destruye las hélices y los timones de los barcos. Un submarino supersónico no escaparía a los efectos de la cavitación, por eso el récord de velocidad bajo el agua lo ostenta un torpedo ruso, el VA-111_Shkval, alcanzando tan sólo los 501 km/h, gracias al fenómeno hidrodinámico de la supercavitación.
Para lograrlo, el Skvall reutiliza parte de los gases de combustión del motor para redirigirlos a la zona de la punta donde se encuentran varias salidas de gases que sirven para aumentar de manera significativa el volumen de gas necesario para envolver el torpedo por su punta chata (cuanto más plana sea la punta del torpedo, mayor supercavitación, pero contradictoriamente mayor fricción; sin embargo ésta se anula con parte de los gases de escape del motor, que son dirigidos a la punta y salen a mayor velocidad de la que se desplaza el torpedo, permitiendo una supercavitación prácticamente total, en el margen de un 98%).