Indiferencia…

emoticonoSon las 14 horas, terminan las clases, el estomago ruge por algo de comida y esperamos en la parada del bus.

Al fin llega bajo este solanero primaveral el 39A, me subo junto a tres compañeras de clase y nos ponemos en marcha, pero cuando no llevamos menos de medio minuto surgen los problemas y es que un grupo de “zagalicos” están dando por saco a la gente. Todo hasta ahí entendible, son garrulos, ¿qué se puede esperar?; pero el ambiente cada vez se caldea más y uno de los más pequeños da una patada en toda la cara a una chica porque quería sentarse en uno de los asientos (ocupaban cada uno, dos asientos).

Vamos dos compañeras más y yo corriendo a la zona, mientras el autobús a rebosar ni se inmuta, o mejor dicho, no quiere darse cuenta. Empieza la bronca.

– “¿Se puede saber qué cojones estáis haciendo?”- les suelto.

– “Eh, eh, a mi no me chilles, ¿eh? Que te pego una hostia…”

– “Niño, que te saco el doble, te cojo la cabeza y te la empotro contra la ventana.”

– “Puta, que te quites. Que no me sale del pijo que te sientes”- grita el más pequeño pegándole otra patada a la misma chica de antes.

Con la segunda agresión una de mis compañeras le atizó un carpetazo (véase una carpeta a rebosar con los apuntes de servicios sociales y métodos de investigación) en toda la cabeza al enano, siendo lanzado contra el asiento lateral.

Y a partir de ahí, todo era confusión e ira, gritos, amenazas, contención de impulsos, el autobús en marcha, la gente mirando sin hacer nada, y ante tal vorágine solo hago una cosa.

– “¡Qué paren el puto autobús, la madre que me parió! ¡Qué paren el autobús, hostia!”- grito al conductor quien me mira por el espejo retrovisor con cara asustada mientras toda la gente que atiende al espectáculo me miran con cara interrogante.

El autobús frena de golpe antes llegar a la rotonda de la entrada al Campus, se abren las puertas y el silencio espera a que diga la próxima palabra.

– “Bajaros”- digo tranquilamente, con la consiguiente contestación insolente del mayor y gallito del grupo, lo miro con mi mirada nº12 (mirada asesina: ¬¬!!!) y le suelto- “O te bajas, o nos quedamos aquí todo el puto día”.

El conductor se acerca para ver lo que pasa, y los zagalicos se defienden con afirmaciones cómo: “han sio ellah que noh ehtán vacilando”, “si no hemoh hecho nah”, “le han dao un carpetazo a él”, “me han dicho garrulo sin decir nah”,… y demás mentiras. Nosotras le explicamos con calma lo que ha pasado, y el conductor amilanado por la presión y por la falsa imagen de delincuentes violentos de los chavales, se acojona y dice un farol:

– “La policía viene de camino, vamos al cuartelillo y los denunciáis”.

Pongo los ojos en blanco por tal comentario estúpido, los chavales se acojonan al escuchar la palabra “denuncia” y se ponen más nerviosos todavía, más violentos. Así que le digo por lo bajo al conductor:

– “Bájalos ahora, porque sino esto se va a repetir todos los días. Que se vayan andando hasta Murcia bajo el sol, y así se lo pensarán dos veces la próxima vez”.

Pero al mismo tiempo que le digo eso, aparece a nuestra vera otro 39 y aprovechan para subirse al otro bus, y salirse con la suya.

Han salido victoriosos.

Tengo tal cabreo por la impotencia de ver que no se ha hecho nada que empiezo a echarle la bronca a todo el puto autobús, como si fueran niños chicos.

“Dais vergüenza, que asco de gente. Claro, vemos por las noticias a un gilipollas dándole una patada a una ecuatoriana en el metro y nos escandalizamos, pero pasa delante de nuestras narices y agachamos la cabeza, o nos entra la risa nerviosa incitando a estos cabrones. Cuando a vosotros os traten así, ya querréis que esté alguien como yo salvandos el culo. Cobardes, que asco de gente”

La gente agacha la cabeza y mis compañeras de clase me vitorean, por lo que reciben un: “Callaros ya, hostia”, de mi parte. Y es que estoy hasta los COJONES, con todas las letras, de que la gente no dé la cara.

Puedo entender que si estás solo y te encuentras algo así te acojones, ¿pero con tantas personas delante que pase esto? Y me doy cuenta que todos los problemas que tengo, todas mis comeduras de cabeza, en distinto grado, es por lo mismo: la gente de hoy en día no dicen las cosas a la cara.

No quieren complicaciones, conflictos, polémicas,… son seres pasivos, con lo que ello conlleva: se permite la falta de respeto y educación, la injusticia y que la estupidez se expanda como una pandemia.

Solo quiero hacer una cosa en este momento… ir a la playa, meterme en el agua hasta que me cubra entera y bucear hasta el fondo y allí gritar, gritar hasta descargar toda la malaleche que llevo dentro.

¡Qué asco de gente!

Fuente: www.lacoctelera.com

Author: Raiden

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.